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Hay que exigir la certificación de terminales

Hay que exigir la certificación de terminales

Por Pilar Bernat
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pbernattelycom4com /7/7/16
lunes 19 de junio de 2017, 16:08h

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Propongo un nuevo grito de guerra sectorial: ¡Certificación de terminales ya! ¿Qué, cómo y por qué? Pues, propondría a la GSMA o a la nueva DigitalES, asociación en la que se integran nuestros operadores, que llegaran a un acuerdo para emitir garantías tipo AENOR, o del estilo de aquellas que se otorgan a los electrodomésticos para que el comprador tenga claro, cuando menos, la categoría energética de su adquisición. El cómo, es obvio: mediante acuerdo del Gobierno, los operadores y los fabricantes. El por qué, tiene una respuesta más compleja pero que estoy dispuesta a abordar y que incluye un quién: Apple y Qualcomm

Y podría empezar tomando una frase del Tenorio de Zorrilla: Pues es el caso que Apple, por quien preguntáis, dio un día en la ocurrencia peor que ocurrírsele podía: amenazar y denunciar a Qualcomm, al descubrir la empresa de semiconductores de San Diego, tras una prueba publicada en un medio técnico americano, que la mano de Eva (por lo de la manzana, digo) había incitado al pecado a sus técnicos y había dado orden de que los MODEM de Qualcomm, que hasta ahora y desde el primer día de su incursión en la telefonía móvil integran sus iPhones, se manipularan a la baja, de forma que sus clientes no apreciaran las diferencias existentes con una segunda partida de fabricación ‘Intel inside’ que, en concreto, disponen de un MODEM de prestaciones menores a los icónicos californianos.

Los operadores en general y, en particular los cuatro grandes operadores móviles españoles, realizan un gran esfuerzo inversor para ofrecer las mejores redes a sus suscriptores

Que Apple con sus productos puede hacer lo que quiera, está claro; que puede querer rebajar costes de fabricación, natural; que es problema de los consumidores comprar abducidos por el símbolo de la tentación sin plantearse si la relación calidad precio responde a los incluso más de 1000 euros que pagan, por descontado. Todo esté dentro de las leyes del libre mercado; pero rebajar la capacidad de un hardware para igualarlo con otro menos evolucionado, sin contarlo, no parece elegante; que un hecho así resulta un desastre para la industria de las telecomunicaciones, igual hay que explicarlo -y lo haremos-; que se hayan puesto de uñas y se hayan lanzado a los tribunales cumpliendo la amenaza hecha a la ‘Casa Jacob’ en caso de que se fueran de la lengua, es de una prepotencia intolerable.

La historia de que las patentes de Qualcomm son caras a pesar de necesarias, es una historia muy vieja; pero nadie en el mundo fue capaz de llevarnos a la tercera generación y, por mucho que pese en el alma a Nokia o a Ericsson, es algo que hay que reconocer: sin el concepto innovador y el esfuerzo en I+D que prima en San Diego no sabemos si hubiéramos llegado, pero de hacerlo lo hubiéramos hecho tarde, mal y nunca. Así mismo, ni Apple, ni Samsung ni el mismísimo Huawei hubieran triunfado sin una implementación en forma de MODEM, de patente tecnológica o de Snapdragon procedente de Qualcomm. Y hasta su mayor competencia, MediaTek, se ha nutrido de la sabia que regaron los Jacob.

La necesidad de datos públicos

Pero aquí, todo el mundo tendría que entonar el ‘mea culpa’, empezando por los operadores - más los europeos que los americanos, aunque estos también tienen lo suyo y esta historia surge de sus inventos- y terminando por unos consumidores que ya no sé si se comportan como ignorantes voluntarios o de verdad la tecnología les resulta incomprensible.

Los datos, como todos sabemos, son el petróleo del siglo XXI, el pan de las compañías telefónicas y estas deberían poner en una balanza, a presente y a futuro, si les compensa vender o impulsar terminales que pueden no llegar a estar a la altura de sus expectativas

Desde el principio de los tiempos, si tenemos problemas con un móvil acusamos en primer término al operador al que pagamos mensualmente y al que llamamos a quejarnos, inmediatamente, sin cuestionarnos si podemos esperar del teléfono que tenemos entre manos aquello a lo que aspiramos. Estaría bien poder consultar públicamente el número de llamadas caídas (pérdidas o bloqueadas) por terminal y red /hora o día; ayudaría a los consumidores, distribuidores y a quienes testeamos los productos.

Los operadores en general y, en particular los cuatro grandes operadores móviles españoles, realizan un gran esfuerzo inversor para ofrecer las mejores redes a sus suscriptores y, este esfuerzo inversor, puntal de futuro, carece de sentido si ‘se capa’ la capacidad de transmisión de los teléfonos móviles. La lógica dice que se invierte y evoluciona por la fuerza de la necesidad; si esta no existe, el dinero se puede desviar a otros destinos.

Otra cuestión perentoria es mostrar publica y claramente (en las cajas, por ejemplo) la categoría del teléfono (Cat 4, Cat 6, Cat 9…) y si se ha recibido certificado de calidad en las pruebas, por parte del operador o de un organismo externo -creado ad hoc-; de forma que quien va a pagar una cantidad pequeña u otra desorbitada por un smartphone pueda estar seguro de que se han pasado unas test, que estos han sido satisfactorios y que su móvil va a responder puntual y rápidamente.

Se cierran los ojos

¿Es que no es así? No. Sin apuntar con el dedo a nadie, todo el mundo en el sector de las telecomunicaciones sabe que ante determinadas marcas se han cerrado los ojos porque es mayor su atractivo y, por tanto, su poder comercial, que la necesidad de ser ‘quisquillosos’ en las pruebas de red: en aquellos test que antes tenían unos mínimos y que hace años perdieron la rigurosidad. Por tanto, hace falta un organismo externo censor.

Queremos saber con exactitud lo que compramos, queremos disponer de un baremo diferencial, queremos pagar justiprecio, queremos un distintivo que marque las diferencias

Y el caso es que resulta una paradoja porque los datos, como todos sabemos, son el petróleo del siglo XXI, el pan de las compañías telefónicas y estas deberían poner en una balanza, a presente y a futuro, si les compensa vender o impulsar terminales que pueden no llegar a estar a la altura de sus expectativas. ¿Recordamos la que se supone es la frase telco del momento? ¡Give me a Gig! Lo que se podría traducir por dame Cuarta Plataforma, dame HBO al segundo, dame servicios integrados, conecta mi coche y mi hogar de manera instantánea…

En consecuencia y volviendo al origen de esta página de opinión, en nombre de los consumidores de telefonía móvil me atrevo a proponer: ¡Certificaciones ya! Queremos saber con exactitud lo que compramos, queremos disponer de un baremo diferencial, queremos pagar justiprecio, queremos un distintivo que marque las diferencias, queremos saber si los teléfonos son ‘A, B, o C’ como las lavadoras sin necesidad de entender las tablas de especificaciones, queremos verdades nacionales y no imposiciones extranjeras, queremos saber más y más y mucho más.

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