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La paradoja de los operadores, tabla de salvación nacional

La paradoja de los operadores, tabla de salvación nacional

Por Pilar Bernat
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pbernattelycom4com /7/7/16
jueves 19 de marzo de 2020, 10:00h

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Hace poco más de un mes escribí una columna de opinión que se llamaba MWC 2020: un riesgo del todo innecesario; fueron miles las lecturas y muchos los comentarios que recibí sobre el mismo; mensajes de aprobación por decenas, también alguno de quién aseguraba que era sólo una gripe que nos tenía paranoicos, de quien cerraba los ojos a la evidencia y buscaba teorías conspiranoides sin base documental o de quien te venia a colocar dos besos después de asegurarte que venía de la ESI de Amsterdam y te miraba con desprecio por considerar que, una vez más, nuestro refranero encierra mucha sabiduría y más valía prevenir que curar.

Hoy escribo desde mi encierro -peor que algunos, mejor que muchos-; al menos puedo respirar aire puro y sentarme en un pequeño patio al sol. Y, cuando tengo un minuto para reflexionar, antes de deprimirme por lo que estamos viviendo, me enorgullezco de haber tomado medidas para intentar proteger a mi madre, a mi hija embarazada, a mi ya popular asma. Sé que me puede llegar, pero nadie dirá que actué de forma irresponsable. Y aquí, en un maravilloso pueblo de Andalucía, debajo de un espectacular castillo, con más nubes que sol y más sombras que luces, enciendo mi ordenador, me conecto a mi línea de fibra, me pongo mis cascos con cancelación de ruido y abro cada día el aula virtual de Nebrija para dar clase de tecnología a mis alumnos de periodismo, de marketing, de diseño, de comunicación audiovisual y de publicidad.

Cuántas veces he explicado a mis pupilos el valor de las telecomunicaciones; cuántas me he entretenido en comentarles que España es el tercer país del mundo por despliegue de fibra óptica

Cuantas veces les he explicado

Y entonces, mientras espero el milagro de la conexión, pienso cuántas veces he explicado a mis pupilos el valor de las telecomunicaciones; cuántas me he entretenido en comentarles que España es el tercer país del mundo por despliegue de fibra óptica; cuántas les he contado lo que son las comunicaciones críticas, la importancia de la latencia, el principio de neutralidad o el valor de Internet para tantas y tantas cosas que van más allá de jugar, navegar o chatear. Cuántas veces me he puesto seria y les he dicho con cierto tono solemne: “no me importa que me odiéis, que consideréis que soy muy exigente o que lo que os enseño es difícil de asimilar; lo que aprendemos en esta clase es necesario para vivir, para evolucionar, para triunfar y me conformo con que cada vez que os tengáis que enfrentar a alguna tecnología penséis: esto me lo enseñó Pilar”.

Y sí, reitero porque cuántas y cuántas veces he discutido con ‘ellas’, con las jóvenes princesas que me dicen que temas como: cuarta revolución industrial, paquetización, WiFi 6, fibra óptica, Big Data, inteligencia artificial son temas muy complicados para ‘ellas’ y que “se le da mejor” a sus novios o hermanos. Cuántas hemos hablado de las generaciones digitales y en tono de broma, sin afán premonitorio, les he dicho: hasta que no desaparezca la generación que no domina la tecnología no se podrá hablar plenamente de digitalización. Los jubilados, los boomers, los discapacitados tecnológicos, esa clase directiva empresarial española dueña y señora de la pequeña y mediana empresa que consideraba que digitalizar su reino de Taifa significa que su gente utilice ordenadores preferiblemente baratos o -tirando la casa por la ventana-, que algún hijo, sobrino o amigo de estos pinte su curriculum con un término que por anglo, suena grandilocuente: ‘community manager’. Sin embargo, en la mayoría de los casos ese CM suele ser alguien joven a quien, por serlo, el conocimiento se le presupone, como el valor en la mili y como sus jefes “no entienden de ese tema” topan con gente sin la preparación debida en marketing digital, que sólo pone tuits y fotos sin análisis ni estrategia y no sabe afrontar una crisis (como la que se avecina). Hablamos de la necesaria digitalización profesional de las PyMEs en España y la inversión que, de verdad, se debe realizar desde la esfera estatal.

La conexión que no falla

Y lo que debía ser evolución ha ocurrido de repente. La vida nos ha dado un mazazo; ha dado razones y motivos a quienes consideran que nuestra sociedad es sólo un entorno de realidad virtual; un juego al que le ha entrado un virus del que no se sabe si se va a recuperar o si un día aparecerá el rótulo de ‘game over’. Y, para mi sorpresa, sin opción de asimilarlo me encuentro en un pequeño rincón del mundo donde nadie corre, donde no hay tráfico, ni transporte público, ni multitudes que cruzan la calle al tiempo que yo, y donde cada mañana voy a buscar mi ordenador y como una pandilla de hardware veo uno junto a otro un Think Pad, un LG, un Toshiba (hoy Dinabook) esperando sobre la mesa a que llegue la hora de empezar a trabajar.

Y llega la hora en punto (para algunos la media) y temblamos y nos estresamos no porque vayamos a llegar tarde no, al fin y al cabo sólo hay que cruzar algún dintel, sino porque nos pueda fallar la red

Y llega la hora en punto (para algunos la media) y temblamos y nos estresamos no porque vayamos a llegar tarde no, al fin y al cabo sólo hay que cruzar algún dintel, sino porque nos pueda fallar la red mientras: yo doy clase en la universidad y dirijo una empresa a través de Internet, otro mantiene reuniones con sus jefes o compañeros del banco, otra consulta leyes y realiza informes para su grupo jurídico, otro gestiona la actividad agrícola familiar, sin olvidar el ordenador o la tele de ocio para el equipo de la tercera edad…

Pero no, un día tras otro, ahí está: la FTTH y la red 4G de nuestros operadores está dando respuesta con robustez y velocidad. ¡Antes nos falló la luz, que la conexión! Se acabó momentáneamente el debate de si 5G es Stand Alone o Non Stand Alone, de si el fútbol era bueno o malo para las cuentas de resultados, de si había que dar o no la cifra del ARPU; ahora, a las compañías de telecomunicaciones, como a la sociedad, por voluntad propia y por Real Decreto, solo les queda actuar todos a una y demostrar, como explicó algún científico, que la conectividad está en la base de la jerarquía de las necesidades humanas, en el primer escalón de la llamada ‘Pirámide de Maslow de la motivación humana’ y que tenían razón los presidentes de los operadores cuando se quejaban de que tanto impuesto de mamoneo (perdón por la cruda expresión); tanta regulación sofocante; tanta medida arbitraria que ha impactado sobre su cuenta de resultados sólo iba en detrimento de la inversión en despliegue e innovación y, por tanto, en contra de la evolución de la España despoblada y la poblada, la de la PyME y la corporación, del joven y el hoy más que nunca temeroso anciano, del político que elude su responsabilidad manifestándose peligrosamente o del que está en ‘el rinche’ esperando el fin de este trago y la ansiada recuperación. De todos.

El presidente del Gobierno les agradeció su esfuerzo y su labor; catalogó su actividad de interés general y calificó sus infraestructuras como “instrumento de primer orden”

El triunfo de la inteligencia

El martes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, les agradeció su esfuerzo y su labor; catalogó su actividad de interés general y calificó sus infraestructuras como “instrumento de primer orden”. El martes, nuestro ‘Premier’ se acordó de que son indispensables, de que “es imprescindible contar con unas modernas redes de telecomunicaciones, fijas y móviles, que garanticen la conectividad y el mantenimiento de la calidad oportuna para gestionar todo el tráfico incremental que en estas situaciones tan excepcionales se genera a través de dicha conectividad”.

Y supongo que casi ningún español pudo visualizar las caras de José María, de Antonio, de Meini o de Laurent (nombres de pila de los CEOs de Telefónica, Vodafone, MásMovil y Orange, respectivamente) vestidos de Mio Cid y henchidos de un orgullo patrio -para la tres cuartas partes de ellos adquirido por impregnación- tan preocupados y estresados como satisfechos por dar respuesta a la sociedad. Y con ellos las de otros, las de los operadores locales, las empresas de infraestructuras, los fabricantes de elementos de red, los desarrolladores de software, los fabricantes de terminales y componentes, los distribuidores, los post venta… miles y miles de personas que hasta ahora solían escuchar sólo quejas; miles y miles de profesionales miembros de ‘el sector’, que un día abrieron la puerta de nuestras casas para que hoy las podamos cerrar con tranquilidad.

La sociedad que fuimos no murió en una guerra como otras, más bien quedó detrás de un virus -hasta hoy incontrolable- que espera que alguien le plante cara para dar paso a una nueva sociedad en la que sí o sí se impondrá la inteligencia; la inteligencia artificial.

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