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sábado 04 de abril de 2020, 21:27h

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El COVID-19 no para de darnos lecciones. Muchas acerca de la tecnología. Gracias a ella podemos sentirnos un poco más cerca de nuestros seres queridos, distraernos, estar informados… Su uso ha aumentado y con él también lo hace el peligro asociado al exceso: la adicción.

Tres semanas. Encerrados. Aplaudiendo en los balcones. Viendo series y películas. Comprando por Internet. Haciendo videollamadas.

Los españoles llevamos 21 días en casa ante la amenaza del orthocoronavirinae, mejor conocido como coronavirus Covid-19, el virus que ha paralizado el mundo, pero no el resto de patologías. Siguen existiendo gente con hepatitis, problemas renales o simples resfriados… Lo mismo ocurre con la psicología. Un sector que está creciendo con la crisis y al que le hemos querido plantear un problema: la adicción a la tecnología.

¿Un riesgo cercano?

Blancos fáciles


Nos lo indica la lógica, pero también los datos. Los jóvenes de entre 12-17 años son los más afectados por esta adicción.
Y es que según datos del Gobierno, el 18% de los menores hacen un uso compulsivo de la tecnología. Sus principales tentaciones y, causas de la adicción, son las redes sociales (60%) y los juegos online (65%), según confirma un estudio de la UNIR.
Sin embargo, la responsabilidad no es sólo del menor. Los padres deben ejercer como tal y marcar los límites. Algo que no ocurre, de acuerdo con un estudio sobre este asunto llevado a cabo por Save The Children; en el que también se demuestra que, de media, los jóvenes se pasan una o dos horas online.
Además, las más sensibles son las chicas. El informe ESTUDES 20126/2017 del Plan Nacional sobre Drogas, realizado a estudiantes de la ESO, lo confirma. Casi el 24% de los adictos eran chicas, frente al 18’3% del sexo opuesto.
Por edad, el grupo más expuesto y con mayor dependencia es el de los 16 años.
Dos escenarios que tienen sentido si se consultan los datos del INE que afirman que a partir de los 15 años, el 94% de los niños tienen teléfono móvil y que más del 95% de las chicas usan Internet, frente al 93% de los chicos.

Los españoles nos pasamos casi la mitad de la semana conectados a Internet, el 47% de ella. Plataformas como Netflix y las dedicadas a juegos online están registrando cifras de suscriptores desorbitadas. Las empresas recurren a Teams para mantener la normalidad dentro del teletrabajo; y los colegios y universidades hacen lo mismo con Blackboard, Zoom o Google Classroom.

¿El resultado? Miles de personas usando la tecnología la mayor parte del día, con distintos fines; expuestos.

Y es que, pese a que las tecnologías nos estén permitiendo estar más conectados que nunca, pueden crear un problema mayor en nosotros si no hacemos de ella un uso responsable. De ahí que Gabriela Paoli, especialista en adicciones tecnológicas, nos explique este problema con la analogía del cuchillo: que sirve para cortar, pero también para matar.

Con motivo de la cuarentena los expertos no son capaces de determinar si el número de afectados por este problema aumentará, ya que depende de numerosos factores, pero Juan José Soriano Director de Terapias en la clínica Triora MonteAlminara afirma que “a mayor exposición, aumenta el riesgo” de caer en esta dependencia.

Una dependencia que “siempre es parte de un problema” y que debemos reconocer “cuando ya no somos capaces de controlar” para acudir a un profesional.

¿Cómo funciona este arma invisible?

Dopamina. Esa es la sustancia que genera adicción.

“Los dispositivos son altamente adictivos por introducir a una persona en un circuito de recompensa a través de la producción de dopamina”, explica Paoli.

Una explicación que se entiende a través del ejemplo de los videojuegos. Con el CandyCrush, por elegir uno; el jugador tiene que juntar caramelos del mismo color a cambio de puntos u objetos para avanzar de nivel. Pues bien, todo eso son estímulos que fomentarán la creación de dopamina. A mayor estímulo, mayor dopamina y, por consiguiente, sensación de satisfacción y placer al conseguirlo. Esto último hará que se continúe jugando nivel tras nivel, a veces hasta perder el control.

Cómo detectarla

Este problema silencioso es muy fácil de esconder, al no tener forma objetiva de verla y medirla. Por ello, debemos ‘atacar’, pero para ello hay que saber detectarlo, apunta Paoli.

Tanto Paoli como Soriano, coinciden en los indicadores de esta adicción:

  1. Tiempo de uso

Controlar el tiempo total que estamos con ordenadores, teléfonos móviles o tablets es fundamental. No importa el fin, si la suma total es superior a cuatro horas, podría tratarse de un caso de adicción.

  1. Elección de las prioridades

Cuando una persona empieza a priorizar Internet de una salida con amigos, puede haber un problema. En los casos más graves puede dejarse de comer o darse fenómenos como finger food, en el que el adicto solo se alimenta de comida basura. Otro gran ausente en casos graves es el sueño; los adictos que evaden dormir para continuar en la red son víctimas de vamping tecnológico.

  1. Descuido

Relacionado con las prioridades. Una persona incapaz de controlar el uso de la tecnología descuidará las relaciones personales, el trabajo y bajará su rendimiento.

  1. Cambios de humor brusco

Como consecuencia de ese descuido y dejadez suelen desarrollar conductas impulsivas. Por ello, es frecuente que la tensión familiar aumente y pasar de un estado de tristeza a histeria sea posible, algo justificado también por la falta de sueño.

  1. Problemas físicos

Otros problemas asociados a esta adicción, e indicadores del problema, son las contracturas musculares en la zona del cuello, el síndrome del ojo seco por la exposición continua a pantallas e incluso vista cansada.

Prevenir, para no curar

Paoli se muestra contenta ante la pregunta sobre cómo saber si estamos iniciando una adicción ya que “va por la línea de prevención y es donde tenemos que hacer mucho hincapié”.

Con la intención de seguir esa línea estos son los consejos que nos dan los expertos:

  • Controlar el tiempo: ser conscientes de las horas frente a pantallas y usarlas cuando toque; dejando fuera usar el móvil mientras se estudia, ve una película o para conseguir que el niño deje de molestar.
  • Diversificar el ocio: explotar la creatividad al máximo. Ver series está bien, pero hacer manualidades, leer, salir a aplaudir a los balcones o tomarse un té también es necesario y nos ayuda a desconectar.
  • Aprender a priorizar: hacer una escala de las cosas que más valoras. Lo que ocupe los lugares superiores deberá recibir más tiempo porque es más importante para nosotros. Es un ejercicio que puede, no sólo prevenir, si no detectar si algo falla.

Una mirada al futuro

Tras los consejos, indicaciones y diversas explicaciones, de momento sólo podemos esperar.

Pese a la espera, Paoli mantiene la esperanza y desea que toda la situación “nos sirva para reflexionar sobre el estilo de vida que llevábamos y aprender a rectificar”. Optimista, afirma que “siempre se puede rectificar”, en todas las facetas.

Dejando a un lado la adicción, pero no a la tecnología, su deseo se convierte en el nuestro: que nos sirva para ser conscientes de lo mucho que echamos de menos un abrazo, un beso y estar todos juntos.

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