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Por Pilar Bernat
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pbernattelycom4com /7/7/16
sábado 28 de agosto de 2021, 18:23h

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No por mucho repetirse, un mantra es más o menos verdad; pero cuando las personas más autorizadas en una materia insisten y lo argumentan conviene estar atentos porque algo de razón tendrán, seguro. De ahí, que afirmemos que, con la pandemia, el proceso de transformación digital en el mundo se ha acelerado de forma exponencial y que tanto la hiperconectividad (gigabyte en cualquier sitio), como la exigencia de una latencia mínima (retardo) para poder vivir a través de Internet, en tiempo real, son factores determinantes que se han convertido en una exigencia de la sociedad. Cantidad y calidad en la transmisión de datos empujan un desarrollo imparable que pasa por algo en lo que España es una potencia: las infraestructuras de comunicaciones digitales. Infraestructuras en tierra, mar y aire

Si bien los resultados económicos de los operadores de telecomunicaciones en los últimos tiempos no han sido buenos -o han sido menos que buenos-, lo cierto es que las cifras que han registrado en cuanto a crecimiento del tráfico de datos ha sido del 50% en el último año; algo que supone un auténtico reto para quienes están detrás: un conjunto de empresas que han tomado el relevo en términos de interés informativo y que no sólo se han hecho cargo de muchos de los bienes materiales de Telefónica, Vodafone u Orange (torres, cables, emplazamientos, etc.), sino que han asumido la nada despreciable responsabilidad de que todas las entidades que ofrecen servicios digitales los puedan dar cubriendo plenamente la satisfacción de los clientes.

Hablamos de centros de datos, de cables submarinos, de satélites, de torres de comunicaciones… y lo hacemos a partir de una oportunidad única, la que nos concedió Digital.ES en su Summit 2021, donde sentó a los máximos representantes de Onivia (redes de fibra), Cellnex (servicios e infraestructuras de comunicaciones inalámbricas), Hispasat (comunicación satelital), Islalink (cables submarinos internacionales), Telxius (cable submarino de fibra óptica y hasta hace unos meses gestor de las torres de Telefónica) y Vantage Towers (gestor de infraestructuras neutras). Lo que se suele llamar ‘la crème de la crème’.

El nuevo mundo de las infraestructuras

Actualmente, existen cinco grandes grupos de infraestructuras: las redes fijas, las móviles y las satelitales -redes de acceso que llegan al usuario-; el cuarto grupo lo conforman los centros de datos que procesan y aglutinan todo el contenido y, por último, están los cables submarinos: las arterias de interconexión de todos esos centros de datos y que, por ello, transportan el 98% del tráfico de datos internacional.

Pero hay que encarar el futuro y la llegada de la quinta generación de telefonía móvil (5G), una tecnología revolucionaria que lo va a cambiar todo; también el contexto empresarial porque, hasta ahora, los distintos grupos de infraestructuras mencionados se gestionaban de manera aislada, incluso por compañías diferentes; pero la nueva generación de comunicaciones requiere coordinación, lo que implica un cambio drástico en la organización de las redes de acceso. Por poner un ejemplo, una ‘small cell’ (una celda de comunicaciones móviles de alcance medio) es una mini torre; pero también un minicentro de datos y, además, tiene fibra; es lo que diríamos un todo en uno, con lo cual es fácil comprender que los cambios en el sector teleco son inminentes y necesarios.

Los miembros de la mesa de DigitalES Summit lo explicaron claramente: “Los clientes piden soluciones con la menor latencia posible, con la mayor redundancia, con disponibilidades del 100%, con productos como nubes híbridas y, por tanto, nos enfrentamos a un crecimiento exponencial del uso de las infraestructuras y a una complejidad muy alta para dar respuesta a esas demandas”.

Partiendo de ese escenario, conviene comprender que hay pilares básicos que debe tener una infraestructura ideal: el primero, resiliencia: un término muy ligado a la redundancia y a la capacidad de absorber el tráfico; además, deber ser escalable y flexible; debe garantizar la seguridad; respetar la regulación del dato y certificar la sostenibilidad no sólo en términos de economía verde, sino también como medio de cierre de la brecha digital. Es decir: hay que llegar con la máxima conectividad al mayor número de hogares y hacerlo gestionando la red de forma que garantice la calidad del servicio y trabajando en zonas rurales donde ese tipo de inversiones que llevan cobertura de banda ancha no llegan.

Actualmente, existen cinco grandes grupos de infraestructuras: las redes fijas, las móviles y las satelitales -redes de acceso que llegan al usuario-; el cuarto grupo lo conforman los centros de datos que procesan y aglutinan todo el contenido y, por último, están los cables submarinos

El quid de la cuestión: 5G

Todos los expertos coinciden en que la pandemia del Covid-19, vivida hace sólo unos años atrás, hubiera sido devastadora; pero no sólo por sus implicaciones en términos de salud -que lo está siendo-, sino en todos aquellos sectores que sustentan la sociedad y que, mal que bien, hoy han podido mantener su actividad (educación, comercio, administración, comunicación, etc.). “Es cierto que en los primeros días existió una preocupación real por el despliegue, ya que éste implica mucha actividad de campo; sin embargo, el hecho de que el Gobierno lo declarara ‘servicio esencial’ permitió continuar desplegando red, de forma que, en contra de lo que ha sucedido en otros sectores, se pudo avanzar hacia la meta de 5G, que ya se ha lanzado de forma comercial por parte de todos los operadores y que va a permitir cerrar la brecha de conectividad -aseguraron los ponentes-”.

Y es cierto, el rol jugado por el sector de las telecomunicaciones desde el minuto uno del confinamiento, e incluso antes (recordemos que la suspensión del MWC 2020 fue un aldabonazo y la primera gran llamada de atención en Europa), debe valorarse en su justa medida, porque el trabajo realizado por los operadores, su esfuerzo y su pundonor ha sido vital; vital en toda la extensión de la palabra.

En este momento, el sector está muy estimulado porque 5G supone un salto cuántico en la digitalización de la sociedad y la diferencia sustancial será los millones de dispositivos conectados simultáneamente en tiempo real con casos de uso que, ahora mismo, resultan inimaginables.

Así, en los entornos urbanos, el volumen de información que se va a generar será ingente, lo que supone que la red se va a tener que densificar enormemente. En el otro extremo, aun siendo el país más desarrollado de Europa en términos de infraestructuras digitales y de redes de comunicación, está el ámbito rural y ahí hay un largo camino por recorrer: el Ministerio de Asuntos Económicos, en el ‘Informe de conectividad de banda ancha’, identifica que hay un 10% de población rural que aún no tiene una conexión que le permita llevar a cabo ninguna actividad digital.

La quinta generación ofrece más ancho de banda (básico en zonas rurales), menor latencia (una necesidad para la efectividad de la red en los extremos) y millones y millones de conexiones, al ir asociado al Internet de las cosas. Los casos de uso son infinitos en el sector doméstico y especialmente en el sector empresarial (industria 4.0, redes empresariales privadas, etc.). Tanto es así, que se considera un paradigma nuevo que hará que todos los participantes de la cadena de valor se reposicionen, con las empresas de infraestructuras como gestores de red y los operadores como proveedores de acceso a la misma y a los servicios de valor que ofrezcan por encima de ella.

Cambios necesarios: infraestructuras neutras, el cielo y el mar

En los últimos meses, se viene hablando, continuamente, de infraestructuras neutras en referencia a emplazamientos (que dependiendo de donde estén colocan sus antenas o como se dice, técnicamente hablando, sus nodos radio pueden sean torres o en las ciudades mástiles de los que están en las azoteas, o picocélulas, etc.), a facilitadores del espacio, a la energía utilizada o al mantenimiento de todos esos medios sobre los cuales los operadores móviles pueden desplegar su red. El matiz de neutro es porque esos emplazamientos los puede utilizar cualquier operador; se trata de un modelo de negocio basado en la compartición. En esos emplazamientos, normalmente, hay un operador ancla, el que usa mayoritariamente la infraestructura, pero está abierto a todo el mundo, de forma que resulta más sostenible y eficiente.

El reto de llevar cobertura a esas las zonas rurales de las que hablábamos antes, implica abordar despliegues complejos, caros, no rentables y se van a requerir muchos emplazamientos (miles). Para eso, las empresas de infraestructuras neutras pondrán a disposición de sus clientes, los operadores, esas torres donde ellos puedan desplegar la red 5G de la forma más rápida y eficiente posible.

Otro protagonista de este reto rural es el espacio (si, el espacio sideral), al cual han vuelto sus ojos muchos de los grandes protagonistas de la digitalización y de los nuevos millonarios gracias a ella. Tal y como comentan los especialistas, “el espacio es muy sexy y están ocurriendo muchas cosas ahí arriba; hoy somos capaces de ofrecer una solución de 100 Mbps y en dos años será de 200 Mbps y cualquiera lo puede comprobar instalándolo en su casa, allá donde esté”.

El reto para estas empresas es desplegar activos duraderos que puedan garantizar las capacidades futuras, con fuertes niveles de crecimiento

Efectivamente, el mundo satelital también vive una revolución. Hoy en España hay más de 6.000 pueblos que no son capaces de llegar a 10 Mbps y más de 300.000 personas que no reciben 2 Mbps. Y eso en un país líder. De ahí que haya que recurrir a quienes son capaces de hacer llegar a todos una solución, ya que siempre habrá una brecha infranqueable allá donde no lleguen los operadores tradicionales y ese es el mercado de la cobertura satelital.

Desde el punto de vista de los centros de datos, la disminución de las latencias o la necesidad de los usuarios de tener sus datos más cerca (Edge computing), va a conllevar la proliferación de centros de almacenaje y gestión, no sólo en España sino en todo el sur de Europa y a los cables submarinos les va a pasar los mismo: hay inversiones ya planificadas por valor de 8.000 millones de euros para los próximos 3 años; por ejemplo, el nuevo cable Ionian (en alusión al Mar Jónico por el que discurre) que está desplegando Islalink, va a tener 300 Km de cable submarino y unos 5.000 Km de fibra terrestre para unir Grecia con Italia.

El reto para estas empresas es desplegar activos duraderos que puedan garantizar las capacidades futuras, con fuertes niveles de crecimiento. Por continuar con el mismo ejemplo, Ionian va a tener 370 Teras, lo que equivale a todo el tráfico internacional que tiene Grecia ahora mismo. Y, además, debe facilitar el funcionamiento de nuevas tecnologías que permitan a operadores y proveedores de contenidos “tener una vida más fácil”, más flexible. De ahí que se estén montando ‘open cables’, los cuales permiten que cada cliente se conecte con el equipo del que disponga en un primer momento y se pueda adaptar a las exigencias que le vayan surgiendo (como ha ocurrido durante la pandemia).

España el hub digital

La intención de los últimos gobiernos nacionales es que España, dada su posición geográfica privilegiada y el altísimo nivel de despliegue, se convierta en un ‘hub digital’, en un centro esencial de comunicación e intercomunicación mundial y todos los protagonistas del reto se muestran esperanzados. Los movimientos empresariales y la manifestación de interés de los fondos de inversión son continuos; las noticias en un sector que, hasta hace algún tiempo caminaba en silencio, son diarias: JP Morgan ha incluido Cellnex entre sus empresas favoritas para invertir en el sector de las telecomunicaciones en el informe publicado el 25 de agosto, 2021); Onivia parece dispuesto a adquirir las redes de fibra de Adamo; Vantage Towers ha declarado un crecimiento de un 7,4% en el primer trimestre de su año fiscal y marca unas expectativas de ingresos de 1.000 millones para el mismo (abril 2022); Telxius ha puesto en funcionamiento su cable submarino del Pacífico de nombre Mistral; Hispasat dispara su beneficio y llega a un acuerdo con correos para conectar sus oficinas rurales…

Puede que sea verdad, las empresas de infraestructuras son el nuevo candelero de las telecomunicaciones y de la era digital.

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