Según la lectura oficial difundida en Pekín, el encuentro fue descrito como “franco”. Xi recordó la alianza de ambos países en la Segunda Guerra Mundial antes de entrar de lleno en los asuntos comerciales actuales. “Debemos apreciar la paz y crear el futuro sobre la base de recordar a los mártires y recordar la historia”, señaló el líder chino. La llamada, la tercera en lo que va de año, abre también la puerta a un posible encuentro cara a cara, quizá en los márgenes del Foro Asia-Pacífico (APEC) que se celebrará en Corea del Sur a finales de octubre.
El trasfondo de la conversación es la presión de Washington para separar la filial estadounidense de TikTok de su matriz china, ByteDance, por motivos de seguridad nacional. Con 170 millones de usuarios en Estados Unidos, la aplicación estaba bajo la amenaza de ser prohibida a menos que se concretara su venta. El Congreso aprobó la medida en 2024 y el Tribunal Supremo la ratificó poco antes de que Trump asumiera el cargo. El presidente había aplazado en tres ocasiones la entrada en vigor de la ley, a la espera de una solución negociada.
El principio de acuerdo pactado esta semana prevé que la compañía china delegue la gestión de los datos de los usuarios estadounidenses y los sistemas de seguridad de contenidos en entidades locales, además de autorizar el uso de sus algoritmos y derechos de propiedad intelectual. A falta del visto bueno definitivo de Trump y Xi, se da por hecho que un consorcio integrado por Oracle, Silver Lake y Andreessen Horowitz adquirirá el control de la filial estadounidense.
El propio Trump mostró en público su disposición a avalar la operación. “Me gusta TikTok; me ayudó a salir elegido”, declaró en Londres junto al primer ministro británico, Keir Starmer. “TikTok tiene un valor tremendo y Estados Unidos tiene ese valor en sus manos porque somos nosotros los que tenemos que aprobarlo”. También aseguró que el país está “muy cerca de llegar a un acuerdo” con China, aunque no descartó extender la tregua arancelaria que expira en noviembre.
Este clima de distensión contrasta con los episodios de máxima tensión vividos en los últimos años, cuando Pekín llegó a advertir que estaba dispuesto a librar “cualquier tipo de guerra” con Washington. Trump inauguró su mandato con la imposición de fuertes aranceles a las importaciones chinas, a lo que Pekín respondió con gravámenes propios y con restricciones a la exportación de tierras raras. Tras meses de escalada, las reuniones sucesivas en Ginebra, Londres, Estocolmo y Madrid han permitido ir rebajando las tarifas y mantener una tregua que, por ahora, sigue en pie.
Aun así, las fricciones persisten. Tras la cita en Madrid, el enviado especial de China para Comercio Internacional, Li Chenggang, denunció que Estados Unidos “ha ampliado indebidamente el concepto de seguridad nacional” para justificar sanciones contra entidades chinas, en lo que calificó de “acto de intimidación unilateral”. Y, casi en paralelo, Pekín acusó al fabricante estadounidense de chips Nvidia de vulnerar sus leyes antimonopolio, abriendo un nuevo frente en la batalla tecnológica por el acceso a semiconductores avanzados.
La conversación entre Trump y Xi refleja, por tanto, un momento de relativa calma en una relación marcada por giros constantes. TikTok se ha convertido en el símbolo de esa tensión y también en el terreno donde ambas potencias intentan mostrar capacidad de entendimiento. El acuerdo, si se confirma, supondrá no solo la supervivencia de la aplicación en Estados Unidos, sino también una señal de que, pese a las diferencias, todavía es posible negociar.