Durante años, Japón fue el país de los prototipos imposibles, pero este año algo ha cambiado, el mensaje es más humano. Se habla de empatía, de devolver claridad a los mandos, de elegir bien dónde poner el color y la luz, y de que la proporción vuelva a mandar: capós más bajos, cabinas mejor colocadas y trazos limpios que no dependan de mil rejillas falsas.
La organización (JAMA) remarca que el salón es una “plataforma de co-creación”: no solo coches, también micromovilidad y robots que nos ayudan en el día a día. Esa mezcla se nota en los stands y, sobre todo, en el tipo de problemas que el diseño intenta resolver: cómo vemos, cómo tocamos y cómo nos movemos con menos distracciones.
Mazda ha sido de las pocas marcas capaces de emocionar sin exagerar. Presenta dos prototipos “Vision” que afinan su lenguaje Kodo: el Vision X-Coupe (una berlina-cupé de línea muy pura) y el Vision X-Compact (menos de cuatro metros, pensado para ciudad). Lo interesante no está solo en las cifras, sino en cómo resuelven el frontal: volúmenes bien tensados, sin bocas falsas, y una firma lumínica que enmarca la parrilla con elegancia, justo el tipo de limpieza que pedíamos desde hace tiempo.
En el X-Compact, Mazda coloca una IA de compañía que no vive en la pantalla, sino en la relación con el conductor: observa, aprende y conversa de manera natural. Es una forma de llevar la tecnología al terreno emocional sin llenar el salpicadero de menús. La marca, además, comparte dimensiones (3.825 mm de largo para el compacto; 5.050 mm para el coupé) que explican por qué se ven equilibrados: batalla generosa y cabina bien centrada para que las líneas respiren.
La sorpresa de Honda no es un coche, es una moto conceptual: EV Outlier Concept. ¿Por qué nos interesa a los de coches? Porque su receta de diseño eléctrico es muy clara: motores en las ruedas (delantera y trasera), centro de gravedad bajo y estructura honesta a la vista. El conjunto crea una proporción baja (asiento muy cerca del suelo) que cambia cómo percibe el piloto el entorno. Todo esto, contado así, suena técnico, pero al verlo, es sencillo: menos carcasa, más función.
Honda además verbaliza la filosofía detrás del objeto: tres ideas —Gliding, Ecstasy y Low— que traducen sensaciones en forma. “Gliding” (deslizar) pide superficies suaves y lectura limpia; “Ecstasy” (respuesta inmediata) se apoya en la rigidez visual; y “Low” fija la postura. Es un buen recordatorio de que la proporción manda antes que el adorno.
El Elevance Concept de Mitsubishi es un SUV PHEV que propone una estética tranquila y un espacio pensado para estar. Fuera, volumen superior liso y bajo, y cuerpo inferior más musculoso; dentro, seis plazas y un ambiente de salón donde el HMI reduce ruido visual y una IA co-driver sugiere rutas y modos de conducción. Nos gusta la lectura arquitectónica: cabina casi “cápsula” y un lateral con “costillas” que aportan estructura sin parecer recargado.
Más allá del estilo, el mensaje de Mitsubishi implica que la forma del vehículo debe explicar el uso. Por eso el acristalado baja y abre la vista de los pasajeros, y por eso el frontal interpreta su “Dynamic Shield” con una rejilla que canaliza aire en vez de fingirlo. Son detalles que, juntos, devuelven coherencia al conjunto.
Toyota ha usado el salón para hablar de diseño “para ti” (no para “todos” en abstracto). Lo aterriza con el Corolla Concept, que recupera una silueta más técnica —capó bajo, línea continua y una presencia más deportiva— bajo la idea de que cualquier propulsión sirve siempre que el coche se vea bien y se entienda de un vistazo. Es una forma sencilla de decir que el estilo importa porque afecta a cómo vivimos el coche.
La otra cara de Toyota es su movilidad cercana: pequeños robots y ayudas personales con nombres muy directos (walk me, boost me, kids mobi). Aquí el diseño es casi empatía industrial: geometrías amables, materiales suaves y gestos que no intimidan. Es la misma lógica de su lema “Mobility for All” aplicada a objetos cotidianos.
En este mismo pabellón, Daihatsu (del grupo Toyota) se llevó muchas sonrisas con el K-OPEN, un descapotable kei de sabor clásico y soluciones muy serias de packaging. Lo más llamativo para los que miramos proporciones: tracción trasera en un cuerpo mínimo. Lo explicó el propio Koji Sato: meter motor, transmisión y pedales en un chasis tan pequeño exige una precisión milimétrica… justo lo que da esa postura de deportivo bien plantado. De fondo, un dato que también define el momento: el Copen actual se despide en agosto de 2026, así que este concepto también funciona como puente de diseño hacia lo que viene.