Según el análisis global Vision 2040: Spectrum for the Future of Mobile Connectivity que ha elaborado la GSMA, las redes móviles de próxima generación requerirán entre dos y tres veces más espectro de banda media del disponible hoy para absorber el crecimiento del tráfico de datos y la irrupción masiva de servicios impulsados por inteligencia artificial.
La GSMA identifica una brecha estructural entre la demanda prevista y la disponibilidad real de espectro. Según sus estimaciones, entre 2035 y 2040 los países necesitarán entre 2 y 3 GHz de espectro de banda media para soportar los niveles de carga previstos en zonas urbanas.
En los mercados con mayor densidad de dispositivos y servicios avanzados, la cifra podría situarse incluso entre 2,5 y 4 GHz. Esta previsión duplica y, en muchos casos, triplica el volumen actualmente asignado en la mayoría de regiones.
Este escenario contrasta con la evolución del tráfico móvil, que sigue mostrando un crecimiento constante. La GSMA prevé que, para 2040, el consumo global alcance los 3.900 exabytes mensuales, impulsado por aplicaciones inmersivas, comunicaciones M2M avanzadas, procesamiento distribuido para IA y servicios de realidad aumentada persistente.
Al mismo tiempo, las redes deberán coexistir con 2.000 millones de conexiones 4G y más de 3.000 millones de conexiones 5G que aún seguirán activas en esa fecha.
El informe subraya que 6G ampliará la capacidad de las redes actuales, pero requerirá una arquitectura más flexible y sensible a las demandas de la inteligencia artificial.
En este contexto, la banda media se convierte en la capa prioritaria del sistema. Su equilibrio entre cobertura y capacidad la posiciona como la opción más eficiente para desplegar servicios avanzados en áreas urbanas y suburbanas.
La banda media permite velocidades elevadas sin necesidad de densificar la red al nivel que exigen las bandas milimétricas, al mismo tiempo que soporta millones de dispositivos conectados por kilómetro cuadrado, una capacidad esencial para industrias como la movilidad autónoma, la automatización avanzada o los servicios de computación en el edge.
El déficit de espectro en esta franja podría limitar de forma severa el rendimiento de los futuros servicios 6G y obligar a los operadores a adoptar soluciones costosas para compensar la saturación.
La GSMA advierte de que los gobiernos deben actuar ya si quieren evitar un cuello de botella que afecte a consumidores, empresas y economías nacionales. La falta de planificación crearía redes más lentas, mayores niveles de congestión en zonas densas y dificultades para desplegar servicios que dependen de capacidades de computación distribuida.
Además, los países que no adapten su calendario de asignación de espectro podrían situarse en una posición de desventaja competitiva frente a regiones que avancen con mayor rapidez.
“La era de la 6G requerirá tres veces más espectro de banda media del que está disponible actualmente; satisfacer esa necesidad permitirá construir una conectividad sólida y sostenible y facilitará el crecimiento de las economías digitales”, destaca John Giusti, director de Asuntos Regulatorios de la GSMA. Según la asociación, las decisiones que se adopten antes de la Conferencia Mundial de Radiocomunicaciones de 2027 (WRC-27) serán determinantes para garantizar la disponibilidad de nuevas bandas armonizadas.
El informe sitúa varias bandas en el centro del debate regulatorio. La franja entre 7 y 8 GHz se perfila como una de las grandes aspirantes a convertirse en el pilar de la 6G, gracias a su equilibrio entre propagación y capacidad.
También destaca la banda de 6 GHz, que ya se encuentra en plena disputa entre operadores móviles y el ecosistema WiFi. La GSMA insiste en que esta banda completa resulta esencial para cubrir las necesidades identificadas, mientras que otros actores señalan su importancia para redes WiFi de nueva generación.
Por su parte, las bandas milimétricas seguirán desempeñando un papel complementario, pero su escasa cobertura dificulta que se conviertan en la base de la capacidad necesaria para 6G. La GSMA remarca que confiar en ellas como eje principal elevaría de manera significativa los costes de despliegue y ralentizaría la disponibilidad de servicios.
Una de las novedades del informe es su enfoque en la relación entre la inteligencia artificial y el uso del espectro. A diferencia de generaciones anteriores, 6G se diseñará desde el inicio para funcionar de forma estrechamente vinculada con sistemas de IA distribuida.
Tanto la red como los dispositivos utilizarán modelos avanzados para reorganizar recursos de radio, predecir la demanda, ajustar la capacidad y optimizar la eficiencia energética.
Sin embargo, estas capacidades dependen de un volumen suficiente de espectro disponible. La IA puede mejorar la gestión de red, pero no puede compensar un déficit estructural de ancho de banda.
La asociación insiste en que, sin espectro adicional, el potencial de la IA en la red se vería limitado y los servicios de próxima generación, desde la conducción autónoma a las experiencias inmersivas, perderían fiabilidad.
Las previsiones de la GSMA indican que, incluso en su escenario más conservador para Europa, será necesario disponer de entre 1,5 y 2 GHz de espectro de banda media para la fase de introducción de 6G, bastante antes del umbral de 2035 fijado como referencia global. Esta cifra duplica la capacidad actualmente disponible en España y muestra con claridad la presión estructural que afrontarán las redes móviles para sostener la expansión de servicios avanzados, desde comunicaciones inmersivas hasta aplicaciones basadas en IA distribuidas.
El principal déficit se concentra en la falta de bandas medias adicionales que ofrezcan una combinación equilibrada entre cobertura y capacidad. En este sentido, el futuro del rango 6/7 GHz será determinante, dado que la Unión Europea lo ha señalado como una de las opciones estratégicas para reforzar el ancho de banda disponible antes de que finalice la década. La armonización de este espectro, actualmente sin uso móvil en España y con fuertes tensiones internacionales por la coexistencia con servicios WiFi, marcará la diferencia entre una transición ordenada a l 6G y un escenario de saturación progresiva.
Además, la ausencia de nuevos bloques en el corto plazo limita la posibilidad de que los operadores puedan planificar inversiones a largo plazo de forma coherente con las necesidades que plantea la 5G avanzada (5G-A). La propia GSMA ha insistido en que la previsión temprana es esencial para evitar cuellos de botella que afecten a consumidores y empresas. En el caso español, el salto desde los 675–715 MHz actuales hasta el entorno de 1,5–2 GHz requerirá decisiones regulatorias claras y un calendario de disponibilidad que permita a la industria preparar su infraestructura para la siguiente década de conectividad móvil.