¿Y si el Gobierno invirtiera los miles de millones de euros que van a llegar de Europa en dar inteligencia a todos nuestros municipios de forma que, no sólo se aportara bienestar a los ciudadanos, ahorro y sostenibilidad a las regiones, sino que, además, se generara trabajo en todos los estratos laborales, con la creación de una consiguiente riqueza que, tras ser declarada, revertiría a las arcas del Estado?
Una smart city, una ciudad inteligente, es “un espacio urbano con millones de sensores dentro, entre los que hay que incluir a las personas”. Sí, a las personas... un elemento que nadie debería olvidar porque es el centro del ecosistema, el destinatario final de un conjunto de desarrollos que deben aportar calidad de vida, eficiencia energética y económica.
Dentro de cualquier entorno urbano, cada uno de nosotros, con nuestros móviles, tablets u ordenadores nos comportamos como un sensor; cada uno de los ciudadanos nos implicamos y formamos parte activa del mantenimiento de las mayores o menores urbes a través de nuestros terminales de comunicación; ya que, entre otras cosas, en un futuro bien planteado, “las información adecuada llegará en el momento preciso”.
Según el británico Department for Business, Innovation and Skills, el concepto de Smart City se basa en la integración de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) con los servicios que una ciudad ofrece, como la energía, la sanidad o el transporte. Los avances tecnológicos, la comunicación, la movilidad e Internet han hecho que la calidad de vida de las ciudades se incremente considerablemente, si bien, el objetivo, que se podría calificar de infinito, es que este progreso tecnológico se desarrolle de una forma eficiente y sostenible.
Smart sinónimo de autogestión
Macro metrópolis
El crecimiento demográfico, el éxodo a las polis y las metrópolis, la escasez de los recursos y, a favor, los rápidos avances tecnológicos, que pueden ayudar a transformar el planeta en un lugar más habitable, hacen que la realidad de las Smart Cities se convierta en todo un desafío para empresas, gobiernos y países.
El siglo XXI está llamado a ser el siglo de las ciudades. Según informe elaborado por Telefónica, ya en julio de 2007 la población urbana sobrepasó a la población rural en el mundo. Además, se prevé que esta proporción se incremente notablemente en los próximos años, hasta el punto de que, según algunas previsiones, en el año 2050 prácticamente el 70% de la población mundial se haga urbana y muchas de las ciudades cuenten con más de 10 millones de habitantes. Se estima que en 2025, solo en China, habrá 221 ciudades que superen el millón de personas, mientras que Europa tiene en la actualidad 35.
Para hacerse una idea de la gran actividad que se desarrolla en las ciudades, se estima que, en la actualidad, las ciudades consumen el 75% de los recursos y de la energía mundial y que generan el 80% de los gases responsables del efecto invernadero, ocupando tan sólo el 2% del territorio mundial.
Las grandes ciudades se enfrentan a una creciente presión sobre los recursos que consumen sus economías, y, en este sentido, determinadas tecnologías, prácticas y soluciones inteligentes tienen el potencial de revolucionar la eficiencia y la sostenibilidad, aportando beneficios sustanciales a todo tipo de servicios, mediante la gestión de millones de datos recogidos de sensores distribuidos por todo el entorno urbano.
Que las ciudades pueden y deben ser autosuficientes o inteligentes es cuestión afirmativa; la respuesta al cuándo estarán listas, pasa de momento por entelequia.
Agentes involucrados
• Los Ayuntamientos: son los responsables de la gestión de todos los aspectos relacionados con la ciudad, por lo que son los principales promotores e
Entrevista
Manuel Ausaverri: “El reto es dotar de inteligencia ciudades con 2.000 años de antigüedad”