La comunidad científica y los responsables políticos coinciden en que entender cómo los ecosistemas absorben y liberan carbono es esencial para cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Sin embargo, la clave no solo reside en la reforestación, sino en disponer de datos precisos y continuos sobre los flujos de carbono y la salud de los ecosistemas.
“Para evaluar los avances hacia los objetivos del Acuerdo de París y diseñar políticas eficaces, son imprescindibles estimaciones precisas de los sumideros y las fuentes de carbono”
“Para evaluar los avances hacia los objetivos del Acuerdo de París y diseñar políticas eficaces, son imprescindibles estimaciones precisas de los sumideros y las fuentes de carbono”, sostiene Manuela Balzarolo, científica del Centro Euromediterráneo sobre el Cambio Climático (CMCC) y líder del principal proyecto europeo sobre el ciclo del carbono. Su trabajo, en el marco del proyecto financiado por la Unión Europea, combina teledetección, modelización y aprendizaje automático para ofrecer una visión más exacta de cómo los ecosistemas contribuyen al equilibrio climático.
Uno de los avances más recientes del proyecto es la creación de una base de datos global sobre productividad primaria neta (NPP, por sus siglas en inglés), que recopila mediciones en 456 puntos distribuidos por los principales ecosistemas terrestres del planeta. Este indicador mide la cantidad de biomasa producida por las plantas y constituye una referencia directa para evaluar la capacidad de los bosques de absorber dióxido de carbono.
"Gracias a esta base de datos podemos mejorar la precisión de los modelos climáticos y apoyar la gestión sostenible de los ecosistemas”
Según Balzarolo, este tipo de información va más allá del ámbito académico. “La productividad primaria neta es una variable clave del sistema terrestre y del ciclo global del carbono. Gracias a esta base de datos podemos mejorar la precisión de los modelos climáticos y apoyar la gestión sostenible de los ecosistemas”, explica.
A pesar de los progresos, aún existen vacíos en la modelización de estos procesos. La científica señala que algunos mecanismos naturales, como la vulnerabilidad de los ecosistemas ante perturbaciones o el tiempo que tardan en recuperar su capacidad de absorción tras una degradación, no están plenamente representados en los modelos climáticos. “Esta falta de inclusión introduce incertidumbre en las previsiones y limita la eficacia de las políticas de mitigación”, advierte la científica italiana.
“El uso de datos satelitales se ha convertido en una herramienta esencial para cualquier debate sobre gestión de tierras y bosques”
Los avances tecnológicos, especialmente en observación satelital, están transformando la forma de estudiar los ecosistemas. Las imágenes de alta resolución, que ya alcanzan los diez metros de detalle, permiten detectar con precisión la pérdida de cobertura forestal y los cambios en el uso del suelo. “El uso de datos satelitales se ha convertido en una herramienta esencial para cualquier debate sobre gestión de tierras y bosques”, apunta Balzarolo.
No obstante, la especialista subraya que la resolución de las imágenes no basta por sí sola. “Podemos ver con claridad la deforestación, pero todavía queda mucho por entender sobre sus consecuencias ecológicas, la pérdida de biodiversidad o el tiempo que tarda un ecosistema en volver a absorber carbono tras una perturbación”.
El conocimiento generado por iniciativas como el Tropical Forests Forever Facility (TFFF) será determinante para el diseño de políticas de conservación. Este programa internacional, enfocado en la protección de los bosques tropicales, requerirá sistemas de seguimiento transparentes y operativos, apoyados en ciencia de calidad.
El trabajo del CMCC y de Balzarolo se orienta precisamente en cerrar la brecha entre la ciencia y la acción climática, ofreciendo herramientas basadas en datos que permitan a los gobiernos medir con rigor los avances en mitigación y adaptar sus estrategias.