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El COVID-19 y la protección de datos

Por Javier López Tazón
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javierlopezgmailcom/11/11/17

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En plena crisis del coronavirus se ponen menos reparos al uso de los datos de los operadores móviles o a la geolocalización en app de control sanitario, el riesgo es que esa práctica se prolongue en el tiempo.

La Covid-19 está funcionando como un atenuante, un moderador del tono de conversación y denuncia de los defensores de la privacidad frente al acceso a los datos. La consigna de que todo vale para frenar esta pandemia de coronavirus parece imponerse.

De hecho, las redes sociales apenas se han calentado una mínima parte de lo que sucedió cuando los españoles descubrimos que las operadoras de telefonía móvil iban a entregar millones de datos anonimizados que permitirían al INE realizar un dibujo de nuestros desplazamientos y costumbres en el ámbito del transporte más preciso que miles de encuestas (y más barato).

En aquel momento, hubo quien puso el grito en el cielo, probablemente sin percatarse de que las grandes telecos tienen líneas de negocio basadas en big data y data analytics. La teoría es que el manejo de los datos anonimizados no invade la privacidad. Se desvincula el dato del sujeto y se trabaja con datos puros para lograr los famosos 'insights'.

Evidentemente, todo esto es un acto de fe. Confiamos en que todo se realiza correctamente y no nos espían. Porque, además, ¿para qué querrían mis datos? Si somos gente de a pie, normales, no tenemos nada que ocultar... Por cierto, quienes piensan que sus datos no son importantes están muy equivocados. Es cierto que los de uno solo sirven de poco (depende de la sensibilidad del mismo), pero los de millones...

Las aplicaciones que se están desarrollando ahora mismo para el control del coronavirus van algo más allá de compartir datos anonimizados. Ya no se trataría únicamente de controlar movimientos masivos, sino de saber que quien está utilizando la app está en ese momento en donde dice que está. Esta característica sería una herramienta de refuerzo para el plan de localizar portadores asintomáticos, identificar su ubicación y su entorno y poder aislarlos como medida de contención en una previsible fase de reactivación de la actividad.

Es un paso más. Probablemente necesario, y en la línea de lo que hicieron en China y Corea del Sur. Aquí lo importante es tomar conciencia de que son medidas transitorias, excepcionales, y que, tras la tempestad volveremos a un ámbito de seguridad en la privacidad.

Ser conscientes de la importancia de la privacidad en una sociedad digitalizada ha sido, está siendo, una labor larga y difícil, en la que Europa se ha destacado como la gran defensora frente a las posturas de China e, incluso, de Estados Unidos. El mes que viene, el 25 de mayo, se cumple un año desde que entró en vigor el Reglamento General de Prorección de Datos (RGPD) europeo tras un período de dos años de adaptación. Obliga a empresas, organizaciones, organismos e instituciones que operan en Europa, también durante esta crisis y, por cierto, la declaración del Estado de Alarma no suspenía ninguno de los puntos del Reglamento.

Otra certeza en este territorio es que somos bastante esquizofrénicos. Por un lado nos podemos mostrar muy celosos de que el Gobierno no utilice nuestros datos y, por otra parte, damos el consentimiento a cualquier aplicación que nos lo pida para que acceda a la cámara, el micrófono, el GPS... Incluso compartimos con los desarrolladores de la aplicación y a través de redes sociales nuestros hábitos y datos de salud.

Antes de que las aplicaciones que se están desarrollando sean capaces de crear un mapa de movilidad, Google ya lo está haciendo y lo pone a disposición de la comunidad, de cualquiera que pueda necesitarlo. Por si alguien todavía no se había dado cuenta, Google es el gran recopilador de datos global (excepto China, claro) y si alguien quiere una prueba de lo que es capaz de hacer no tiene más que entrar en la página google.com/covid19/mobility. Ahí están recogidos los informes, país por país, de cómo ha evolucionado la movilidad de nuestras sociedades: cuánto menos nos desplazamos para ir a tiendas o espectáculos; a supermercados y farmacias; a parques, estaciones de transportes, centros de trabajo y zonas residenciales.

Excepto en el caso de los desplazamientos hacia zonas residenciales, todos los demás registros suponen caídas espectaculares en línea con las que ofrece el Gobierno cuando explica el parón de la movilidad desde que se decretó el Estado de Alarma.

Porque Google, sin que nos llevemos las manos a la cabeza de asombro, también tiene tus datos.

La salida de esta crisis sanitaria puede tomar dos vías en cuanto a la protección de los datos: que tomemos conciencia de su valor y la importancia de protegerlos para preservar incluso la esencia de la democracia o la opuesta, los datos sirven para que el Estado cumpla mejor con sus obligaciones y proteja a los ciudadanos.

Yo lo tengo claro.

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