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La sociedad del Gran Hermano y la salud

Por Javier López Tazón
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javierlopezgmailcom/11/11/17

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Siguiendo la estela de China o Corea del Sur, algunas comunidades autónomas españolas han creado app para combatir al coronavirus.\r\n

En la segunda semana de cuarentena (ya ampliada a cuatro semanas y con muchas papeletas para convertirse en cuarentena real -40 días-) se siguen planteando las mismas preguntas. Y sobre todo una: ¿por qué Corea del Sur fue tan eficaz?

Al margen de la diferencia de disponibilidad de equipamiento sanitario -como abundancia o escasez de test-, un aspecto clave fue la existencia y aplicación rigurosa de una app que permitió monitorizar con exquisita precisión los casos detectados y hacer un seguimiento prácticamente detectivesco.

La tecnología lo permite. Hoy se podría trazar el recorrido que hemos realizado en los días pasados acudiendo a aplicaciones de uso común y generalizado. Tan solo, y aquí está la gran diferencia, habría que tener permiso para acceder a esos datos vinculados a las personas que los generan, no anonimizados. Y éste es el gran tabú de las democracias occidentales: se puede decir qué se hace, pero sin saber quién lo hace. Por ejemplo, se pueden llegar a compartir datos sobre asistencia de público en una zona determinada e incluso saber si ese público reside o no allí y cómo se desplaza; pero sin compartir los datos que las personas que lo hacen.

¿Qué sucedería si en España, por ejemplo, el Ministerio de Sanidad o de Interior pudiera acceder a los datos de los móviles de los españoles? En octubre del año pasado se conoció que el Instituto Nacional de Estadística iba a utilizar, además de los datos del Padrón, la Seguridad Social y otras fuentes públicas y administrativas, otros procedentes del uso de los teléfonos móviles. A pesar de que se explicó que serían datos anonimizados y qué quería decir esto, las redes no tardaron en arder.

El estudio de la ingente cantidad de datos generados por el uso de las comunicaciones móviles permitiría reemplazar las encuestas en las que se basan parte de las estadísticas del INE, como los desplazamientos, el uso del transporte público o privado, el consumo de televisión y redes sociales... pero es sólo una muestra de hasta dónde se podría llegar.

Es cierto que los defensores de la privacidad fueron -fuimos- muy combativos, pero, ¿ante una pandemia podrían mantener la misma firmeza?

El filósofo surcoreano residente en Berlín Byung-Chul Han piensa  que es una cuestión de mentalidades. Los asiáticos (China, Taiwan, Corea, Japón, Singapur...) tienden a ser autocráticos, probablemente debido a su tradición confucionista y son más proclives a aceptar la vigilancia y el control estatales.

Cualquier viajero que haya pasado por Londres (en los últimos años) habrá podido comprobar la abundancia de cámaras de vigilancia. Y Gran Bretaña es una democracia de corte occidental. Pero cuando se viaja a China se puede sentir el ojo del Gran Hermano sobre uno. Y no sólo por la vigilancia policial, sino por los permanentes destellos de los miles de cámaras que siguen los rostros a lo largo del día. El análisis de los datos recogidos por las videocámaras (cerca de 300 millones distribuidas por todo el país) dotadas de reconocimiento facial, es capaz de hacer un seguimiento de cada uno de los rostros, cada una de las personas a lo largo del día.

Cuando se comenta que eso invade totalmente la privacidad de los viajeros, peatones, paseantes... la respuesta es inmediata: son herramientas para la seguridad; si se produce un robo se puede seguir el recorrido del ladrón y detenerlo en minutos.

La clave está en ser conscientes de lo que estamos dispuestos a renunciar a cambio de otras ventajas: privacidad por descuentos en la compra; privacidad por seguridad; privacidad por salud pública...

La aplicación de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, pide, desde la página web, vincular un móvil y activar su localización, además de datos como la edad y los síntomas. Son datos privados, evidentemente, y sensibles. Pero sin ellos, para qué serviría la aplicación.

Probablemente, es más fácil asumir que se compartan datos individualmente desde una aplicación que hacerlo de forma global. Y, sin embargo, los datos de movimiento de personas, de tráfico, de concentraciones, de actividad... son una fuente muy valiosa, por ejemplo, en una situación de cuarentena.

Tanto en Italia como en Austria, los operadores de telefonía colaboraron con las administraciones públicas utilizando datos anonimizados: mapas de calor de movimiento... En el caso de España, las tres gandes -Movistar, Vodafone y Orange- se han ofrecido para trabajar con las autoridades.

"Siempre que sea técnicamente viable y la legislación lo permita, Vodafone se ofrece a ayudar a las autoridades proporcionando información basada en grandes bloques de datos anonimizados". En Lombardía, la multinacional británica elaboró un mapa de calor "agregado y anónimo" para explicar los movimientos de la población y poder controlar la expansión del virus.

Orange también ha ofrecio al Gobierno sus servicios de big data en el mismo sentido y en Telefónica "hemos puesto a disposición de las Administraciones Públicas y las Instituciones sanitarias nuestros servicios y capacidades para ayudar a contribuir a los esfuerzos para contener el brote. Capacidades de Big Data y de gestión de datos anonimizados y agregados de nuestra red, datos de movilidad, centros de procesamiento de datos en la nube, así como capacidades de atención telefónica o digital".

Por el momento, estos ofrecimientos no han cuajado en ninguna iniciativa concreta.

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