Brouillard, así ha bautizado Bugatti a la primera creación del recién estrenado Programa Solitaire, un servicio de carrocería a medida tan selecto que solo permitirá dos encargos al año. El debut oficial se celebrará en la inminente Monterey Car Week, pero el eco de este coupé artesanal ya resuena mucho más allá de California. Con 1 600 CV procedentes del legendario W16 y una estética que rinde homenaje al caballo favorito de Ettore Bugatti, la marca vuelve a demostrar que la excelencia puede y debe seguir explorando territorios inexplorados.
De los carroceros de antaño al lujo del siglo XXI
La historia de Bugatti está escrita en aluminio martillado y líneas perfectas. A principios del siglo pasado, Ettore y su hijo Jean llevaron la práctica del coachbuilding al punto de convertir la carrocería en una extensión artística del chasis, como prueba el Type 57 SC Atlantic. Solitaire recoge ese testigo, pero con la ventaja de un siglo de tecnología: cada unidad se diseña, fabrica y ensambla íntegramente en Molsheim, sin márgenes para la improvisación.

Con Brouillard, Bugatti inaugura una línea conceptual que recupera la libertad formal de los carroceros externos pero la somete a los estándares contemporáneos de aerodinámica, seguridad y fiabilidad mecánica. El resultado es una pieza única, firmada y certificada, destinada a ocupar la cúspide de cualquier colección privada.
Inspiración ecuestre: músculo y poesía sobre ruedas
¿Por qué un caballo? Ettore Bugatti comparaba la elegancia de sus coches con la de sus ejemplares más apreciados, y Brouillard, nombre del corcel que le acompañó toda la vida, traduce esa idea al siglo XXI. De ahí las superficies continuas, sin aristas pronunciadas, que recuerdan la tensión de un tendón bajo la piel. El trazo descansa sobre la plataforma del W16 Mistral –originalmente un roadster–, aunque enmascara esa base con una silueta coupé de porte atlético.

Los guiños al legado reciente son sutiles: el alerón fijo recuerda al del Chiron Profilée, pero aparece mejor fundido en la zaga; los cuatro escapes evocan el Chiron Super Sport; la aleta tras la puerta tiene el dramatismo escultural del Divo y, sobre todo, del nuevo Tourbillon; y las tomas de aire del techo remiten al icónico Veyron. Todos estos elementos convergen en una carrocería bicolor que oscurece el tercio inferior para aligerar visualmente el conjunto y agrandar las llantas de 20 y 21 pulgadas.

El canto del cisne para el W16
Bajo el capó trasero ruge la versión definitiva del 8.0 W16 cuadraturbo, afinada a 1 600 CV y 1 600 Nm. Es el mismo corazón que empuja al Mistral a más de 420 km/h, pero en Brouillard va asociado a una aerodinámica más continuista que prescinde de elementos móviles. Un difusor de canalización múltiple y el citado ducktail fijo mantienen la carga vertical necesaria sin sacrificar elegancia.

El interior eleva el listón artesanal con fibra de carbono tintada en verde, aluminio macizo fresado y un tejido tartán creado ex profeso en París. El selector de marchas, tallado en una sola pieza de aluminio, encierra una minúscula escultura de cristal que representa al caballo homónimo. Ya lo dijo el director de diseño, Frank Heyl: “Hacer algo sencillo exige una complejidad extrema”.
Michel Perridon, el coleccionista tras la cortina
La primera unidad de Solitaire no viajará muy lejos: su destino probable es Holanda, donde Michel Perridon custodia la mayor colección privada de Bugatti del planeta, con más de treinta ejemplares que abarcan desde el Type 13 de 1910 hasta el radical Bolide. El magnate neerlandés, responsable de la firma Trust Gaming, ya sorprendió en 2024 al recibir el primer Rimac Nevera de Europa y es asiduo de los concursos de Pebble Beach o THE ICE St Moritz 2025, donde este año pudimos ver una limitada pieza de su colección, el Bugatti Type 57 G.

Con Brouillard, añade una pieza de plena actualidad a un garaje donde conviven EB110 SS, Veyron Vitesse, varios Chiron y una larga lista de pre-guerra.
Mercado hiperexclusivo y horizonte híbrido
Bugatti aprovecha el ocaso del W16 para dar a sus clientes más selectos una última oportunidad de poseer un once-off 100 % térmico antes de la transición híbrida liderada por el Tourbillon, un V16 atmosférico de 1 800 CV y tres motores eléctricos que llegará en 2026.

En paralelo, marcas como Pagani, Koenigsegg o Aston Martin (con su programa Q) cultivan la idea de la personalización extrema, pero ninguna combina tanta herencia con una producción tan limitada como Solitaire: dos coches al año, sin techo oficial de precio. se estima que Brouillard podría superar los 10 millones de dólares.
Esa cifra, impensable hace una década, refleja un mercado en el que los hipercoches únicos se han convertido en activos de valor refugio. La aparición de Brouillard consolida la tendencia: menos volumen, más artesanía y una narrativa que combina nostalgia, ingeniería punta y exclusividad total.