El Ferrari Roma de 2019 sorprendió por su silueta limpia y homenajeó a los GT clásicos con un aura de “dolce vita” moderna. Seis años después, el recién presentado Ferrari Amalfi sustituye al Roma como modelo de acceso y pone sobre la mesa más potencia, botones físicos y una reinterpretación estética que toma rasgos del SUV Purosangue y del nuevo 12 Cilindri. La pregunta es inevitable: ¿queda espacio para aquella elegancia depurada o estamos ante un ejercicio redundante que sacrifica encanto en pos de la coherencia visual con el resto de la gama?
De Roma a Amalfi: el linaje GT que redefinió Ferrari
La aparición del Roma fue un punto de inflexión. Sus superficies tensas, la parrilla perforada del color de la carrocería y una zaga de líneas concisas lo convirtieron en uno de los Ferrari más premiados de la década; ganó el Red Dot y fue elegido “Best Designed Car” por Esquire en 2021. Su planteamiento 2 + 2, motor V8 biturbo de 620 CV y un peso 200 kg menor que el Portofino demostraron que la elegancia no estaba reñida con el rendimiento.
El Amalfi, en cambio, comparte plataforma pero cambia casi cada panel. El frontal abandona la “rejilla fantasma” del Roma y adopta una franja oscura entre faros inspirada en la máscara del Purosangue, mientras la zaga pierde el sutil “scallop” donde vivían los pilotos. Ferrari defiende que su nuevo alerón activo genera 110 kg de carga a 250 km/h y que los faros más finos necesitan menos refrigeración, pero la línea lateral es más musculosa y pierde parte de la fluidez que enamoraba en el Roma.

El equipo creativo tras la nueva cara de Maranello
Bajo la batuta de Flavio Manzoni, jefe de diseño desde 2010, el Ferrari Centro Stile ha pasado de colaborar puntualmente con Pininfarina a diseñar internamente cada modelo. Manzoni, arquitecto de formación, insiste en la necesidad de “des-antropomorfizar” los frontales para huir de la mirada humana en los faros y dotar al coche de un carácter más puro. Esa idea explica la franja oscura del Amalfi: un “surco con lámparas” que sustituye los ojos definidos del Roma.
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La propuesta exterior se atribuye a un equipo joven capitaneado por diseñadores que ya participaron en el 488 y el 296 GTB, muchos de ellos formados internamente en Modena y carentes del legado Pininfarina. En el interior, el jefe de color y materiales Giulia Cavalleri (responsable de los premios de CMF del SF90) introduce una combinación de aluminio fresado, cuero semiánilina y pantallas envolventes que dialogan con la arquitectura “double-cockpit” estrenada en el Roma.
Anatomía del Amalfi: especificaciones y sorpresas
Bajo el capó sigue el V8 3,85 l twin-turbo, ahora con 640 CV (+20 CV) y 800 Nm, gestionado por un software de control de turbinas recalibrado y el ya conocido cambio de doble embrague de ocho relaciones. El 0-100 km/h cae a 3,3 s y la punta se mantiene en 320 km/h.

La gran revolución está en la cabina. El cuadro de 15,6″ se complementa con una pantalla central horizontal de 10,25″ y un display de 8,8″ para el pasajero. Pero el titular para los fans es el retorno de los botones físicos en el volante, incluido el clásico start rojo, tras las críticas a los hápticos del Roma y del SF90. Ferrari admite que fue “un error de usabilidad” y promete que la decisión se extenderá al resto de la gama.

Veinte años de “Ferraris de entrada”: de la agresión a la suavidad (y vuelta)
El giro hacia la elegancia gentil comenzó en 2008 con el Ferrari California, el primer V8 frontal de la marca y también su primer descapotable con techo duro retráctil. Diseñado por Pininfarina, mezclaba volúmenes clásicos con un morro todavía inspirado en el 599 GTB, pero sus flancos suaves y el énfasis en la versatilidad, asientos 2+2, maletero aprovechable, abrieron la puerta a un público menos radical. El California T de 2014 pulió las proporciones y estrenó sobrealimentación, ganando 70 CV y una zaga más limpia para reforzar su papel de GT cotidiano.

En 2017 llegó el Portofino, heredero directo del California pero con carrocería completamente nueva: parrilla más ancha, faros horizontales y taloneras enfatizadas para evocar los V12 más deportivos. La evolución Portofino M de 2020 añadió el cambio DCT de ocho marchas y un paragolpes delantero aún más trabajado, confirmando un lenguaje de superficies tensas que ya rozaba la agresividad aerodinámica de los berlinetta. Pese a ese extra de músculo, el Portofino seguía siendo —capota mediante— un caballero de día y de noche.

Cuando el Roma aterrizó en 2019, su gesto fue casi disruptivo: suprimir branquias, suavizar entradas y regresar a la sencillez del 250 GT Lusso. Aquella pureza convirtió al Roma en icono instantáneo, pero también lo dejó “solo” frente a una gama que se recargaba. El nuevo Amalfi devuelve aristas, splitters y detalles oscuros tomados del 12 Cilindri para amarrar el family-feeling. ¿Resultado? Un GT sin techo retráctil, ahora coupé puro, que comparte plataforma y misión comercial con el Roma pero adopta un envoltorio más agresivo. La pregunta es inevitable: ¿aporta el Amalfi algo genuinamente nuevo o se trata de una fórmula redundante?

Elegancia vs. eclecticismo: balance crítico
La misión del Amalfi es doble: mantener la puerta de entrada a la marca y alinear el family-feeling antes de la llegada del primer Ferrari eléctrico en 2026. Ese mandato corporativo explica una fisonomía más “modular”, que comparte elementos con varios modelos para reducir tiempos y costes. Sin embargo, al perder la frescura minimalista del Roma, el Amalfi corre el riesgo de convertirse en un GT “intermedio” visualmente y emocionalmente.

En su defensa, la aerodinámica ha mejorado un 15 % y el nuevo brake-by-wire reduce la frenada 100-0 km/h a 30,8 m. Pero la pregunta sigue flotando: ¿no se podía haber logrado ese progreso sin sacrificar la pureza formal que enamoró a los jurados de diseño?
¿Hacia dónde se dirige Ferrari?
Ferrari encara una década de electrificación y reglamentaciones severas. En ese contexto, el Amalfi actúa como puente entre la tradición V8 y un futuro híbrido-eléctrico que exigirá reinterpretar proporciones y rejillas. El riesgo es que, buscando coherencia de gama, la marca rebaje la personalidad de sus GT y diluya la diferenciación que convirtió al Roma en icono instantáneo.

La decisión final la tendrá el público: los compradores primerizos valorarán la usabilidad del nuevo volante y la potencia extra; los entusiastas del diseño lamentarán la pérdida de esa silueta casi escultórica. Lo que está claro es que el debate vuelve, y eso, para bien o para mal, siempre ha alimentado la leyenda del Cavallino Rampante. ¿Crees que el Amalfi mejora al Roma o añoras su elegancia depurada? Os leemos en nuestras redes sociales.