Se trata, sencillamente, de dotar a los coches de `sentido común´; tal y como ha afirmado Greg Stevens, director global de la asistencia a la conducción y la seguridad activa de Ford. El propósito del acuerdo será, por tanto, lograr desarrollar las tecnologías necesarias para crear los primero vehículos realmente inteligentes, coches capaces de circular completamente por sí solos.
Un equipo del MIT se especializará en estudiar de qué formas un coche podría predecir las acciones de los peatones y de los vehículos de su alrededor, para generar la mejor respuesta posible. Otro equipo de Stanford tratará de encontrar las fórmulas para que los coches puedan tomar decisiones propias para eludir obstáculos y evitar situaciones de peligro.
Se trata, en definitiva, de un paso más hacia una conducción inteligente, algo que cada vez parece estar más cerca y de lo que algunos de las principales claves ya están en la calle.