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jueves 20 de noviembre de 2025, 19:52h

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Durante años, jugar online llevaba implícito sentarse frente a una pantalla y pulsar botones. Ahora, algunas compañías están probando algo distinto con la creación de espacios virtuales donde cada jugador aparece como un avatar, camina, habla, observa lo que pasa a su alrededor y puede sentarse en una mesa a compartir una partida con otras personas que también están ahí, al mismo tiempo, pero en otra dimensión, la virtual.

El término “metaverso” se usa demasiado, a veces como palabra mágica, pero detrás se presenta una especie de búsqueda, de compromiso con lo auténtico, se trata de recuperar la sensación de compartir espacio, aunque ese espacio sea digital.

Una experiencia que se está moldeando todavía

Un casino en estos entornos mantienen una estética reconocible, parecida a las físicas. Son salas donde se agrupan las mesas, con luces que simulan ambientes nocturnos, pequeñas animaciones para las manos de los avatares, ruletas girando en tiempo real. Todo funciona con motores gráficos, redes de baja latencia y sistemas de audio espacial que permiten oír a quien está cerca y no a quien está lejos.

Quien entra en estos espacios suele comentar que la experiencia se siente menos solitaria que en una web o una app convencional. Se pueden ver movimientos, gestos, oír voces, bromear con desconocidos. Pero esa cercanía depende mucho de la calidad técnica, propia y ajena. Una caída del servidor o un retardo en el audio rompe la inmersión en cuestión de segundos. Todavía se está aprendiendo a que todo fluya de forma óptima.

Economías digitales que funcionan como pequeños mercados

En varios de estos casinos se utilizan tokens y criptomonedas para comprar fichas o elementos estéticos para los avatares. Hay quien ve en esto una forma de coleccionar y quien lo interpreta como una extensión del sistema de recompensas de los videojuegos. Algunos lo viven como un hobby, otros, como inversión, incluso hay personas que no terminan de confiar en la volatilidad de estos activos.

Como no podía ser de otro modo, también hay que tener en cuenta la regulación. El juego online tradicional está lleno de normas, auditorías y controles. El metaverso, en cambio, sigue siendo un territorio con límites difusos. La transparencia puede apoyarse en blockchain, pero la supervisión, la responsabilidad con el usuario y la trazabilidad económica requieren más que tecnología: requieren acuerdos, leyes y vigilancia.

Socializar también es parte del juego

Buena parte del atractivo de los casinos físicos, sin dar de lado ganar o perder en las partidas de cartas, turnos de ruleta o giros de rodillo, ha sido siempre el ambiente. Hablar, observar, comentar una jugada es habitual en estos espacios. En los casinos virtuales pasa algo parecido cuando la tecnología acompaña. No son pocos los usuarios que entran solo a pasear, a ver qué está haciendo la gente, a sentirse “dentro de algo”.

En cualquier caso, no se deben desestimar los posibles riesgos, como el diseño que puede orientarse a alargar la estancia del jugador, a los estímulos constantes para que no abandonen la sala de juego, las misiones, las bonificaciones o los sistemas que premian el volver. Estas dinámicas deben estar controladas por organismos y diseñarse con responsabilidad, especialmente en entornos donde la interacción es tan directa.

Los casinos en el metaverso no son una tendencia pasajera ni una certeza definitiva. Están en fase de ensayo y error. Cada plataforma prueba, ajusta y vuelve a probar sus ideas y características. Algunas experiencias resultan atractivas y se aprueban, otras se quedan a medio camino. Lo relevante ahora no es imaginar un futuro grandioso, sino prestar atención a cómo se construyen estos espacios y qué impacto tienen en quienes los habitan.

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