La música pop tiene algo de hipnosis colectiva: luces, gritos, movimiento y un instante en el que todo el mundo levanta el móvil al mismo tiempo. La diferencia es que, para mi, esta vez no era solo un teléfono.
En el bolsillo llevaba el Vivo X300 Pro, con su kit fotográfico firmado por Zeiss, dispuesto a probar si la promesa de “fotografía profesional móvil” aguanta la prueba de fuego de un concierto de Katy Perry.

Un teléfono que parece una cámara
En el control de seguridad del Movistar Arena me pararon: “¿Esto es una cámara profesional?”. La pregunta tenía sentido. Con el teleobjetivo acoplado, el teléfono parecía más propio del foso que de la grada. Tras unos segundos de duda, el vigilante sonrió y me dejó pasar. Dentro, las luces ya se movían como un torbellino.
El espectáculo arrancó casi puntual. Katy Perry apareció suspendida en el aire, entre una nube metálica y un mar de gritos. El show era tan abrumador que hasta el aire parecía vibrar. En mitad de esa marea visual, el X300 Pro cumplía como debía: sin estridencias, sin perder el pulso. Su modo Escenario y el trabajo conjunto del sensor y la lente mantenían el equilibrio entre luz y sombra, entre la saturación del neón y la textura del humo.
El concierto avanzó con la energía de una montaña rusa. En “California Gurls” la pasarela en forma de infinito se llenó de colores imposibles; en “Dark Horse”, los láseres se cruzaban sobre el público como si el pabellón fuera una catedral de ciencia ficción. Allí, el X300 Pro de Vivo se comportó más como un testigo que como un protagonista: capturaba sin esfuerzo lo que el ojo apenas alcanzaba a procesar. No se trataba de probar un producto, sino de dejar constancia de una experiencia que lo desbordaba todo.
Batería, agarre y precisión en pleno directo
Cuando sonó “Firework”, el estadio explotó en humo, chispas y confeti. No hubo sobrecalentamiento ni desfallecimiento. La batería (5.440mAh) aguantó, el agarre del grip fotográfico se agradeció y la sensación era la de estar trabajando con una herramienta que entendía el ritmo del directo: rápida, precisa y, sobre todo, discreta.

Al final, “Lifetimes” puso el broche. Katy Perry, suspendida sobre una plataforma brillante, se despidió bajo una lluvia de luces. El público coreaba, exhausto. Feliz. Mientras tanto, el teléfono descansaba en la mano, con la pantalla iluminada por el último fogonazo del escenario.
El Vivo X300 Pro no fue la estrella de la noche, nadie le puede quitar el título a la estadounidense de 41 años, pero sí el cómplice silencioso de una experiencia irrepetible: el que permitió detener el tiempo entre canción y canción, entre grito y silencio. Porque, a veces, la mejor cámara no es la que más acerca, sino la que entiende lo que está pasando. Y ayer, entre confeti y fuego, el Vivo X300 Pro lo entendió todo.