En la era digital, cada imagen que subimos a internet deja de pertenecernos del todo. Redes sociales y compañías de inteligencia artificial se reservan el derecho de utilizar las fotos y vídeos compartidos por los usuarios para entrenar sus modelos, un hecho que pasa desapercibido para la mayoría porque casi nadie lee ni entiende los términos y condiciones que aceptamos al usar estos servicios.
Expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) advierten que esta cesión de derechos va mucho más allá de lo que imaginamos. “Solo vemos lo que nos aporta el servicio, pero no a lo que nos estamos comprometiendo”, señaló Silvia Martínez, profesora colaboradora de la UOC. Con la llegada de la inteligencia artificial, el riesgo se multiplica: cada foto puede convertirse en material de entrenamiento para sistemas capaces de reconocer rostros, crear imágenes hiperrealistas y hasta generar deepfakes.
Antonio Pita, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, explica que las IA funcionan como un alumno que aprende a identificar a una persona a partir de cientos de imágenes. “Con solo unas cuantas fotos, la IA puede crear nuevas imágenes o vídeos hiperrealistas en los que alguien parece hablar o decir cosas que nunca ha dicho”, advirtió. El resultado: estafas, manipulación e incluso robo de identidad.
Los riesgos no son hipotéticos. Casos recientes muestran cómo estas tecnologías se han utilizado en fraudes millonarios, como el de una empresa en Vigo, donde ciberdelincuentes suplantaron al CEO en una videollamada con ayuda de IA y lograron un traspaso de 100.000 euros. “Literalmente, alguien puede ‘ser tú’ en vídeo sin que lo sepas”, alertó Pita.
Aunque compañías como Meta ya han reconocido que podrían usar las fotos de sus usuarios en Facebook e Instagram para entrenar sus sistemas, en Europa el marco regulatorio es más estricto. El RGPD y el nuevo AI Act limitan el uso de datos personales sin consentimiento expreso, algo que contrasta con modelos más flexibles como el de Estados Unidos o más controladores como el de China.
Aun así, los expertos coinciden en que ni la regulación ni las etiquetas que empiezan a introducir las plataformas son suficientes. Para Silvia Martínez, el gran reto es que la tecnología evoluciona más rápido que las normas. Y, mientras tanto, las imágenes de millones de usuarios siguen expuestas.
El consejo es claro: ser conscientes de lo que compartimos, revisar los permisos que otorgamos y aplicar pensamiento crítico antes de ceder fotos o vídeos en un entorno donde la frontera entre lo real y lo manipulado es cada vez más difusa.