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Errores eternos

miércoles 22 de octubre de 2014, 13:04h

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Toca escribir editorial y me pilla jocosa. De repente he recordado que uno de los mejores ingenieros que tiene Nokia, en rueda de prensa, al referirse a los teclados QWERTY aseveró mirando a un ‘respetable’ plumilla: “o como tú dices que se debe decir, completo”. Desde entonces, estoy como loca buscando terminales que se vendan con un botón sí y otro no. Y es que si no queremos utilizar la palabra técnica para denominar un teclado de letra por botón, cabe sustituirla, por ejemplo, por extendido, antónimo de agrupado, sinónimos de abreviado o compacto; pero aunque los teclados tengan tres o cuatro letras por pulsador, créanme que completos, están completos. Y entono el ‘mea culpa’ porque seguro que yo también he usado el término en mis textos y hasta que no lo oí en terceros, no me di cuenta.

Sigamos. ‘Portfolio’. No hay día que no se reciba una nota de prensa, texto o documento donde no aparezca la palabra ‘portfolio’ y, lo que es peor, si se ha dejado al corrector de Word que campe a sus anchas por los papeles, la encontramos corregida a ‘portafolio’. Y es que si recurrimos a la versión electrónica del Diccionario de la Real Academia, al introducir el término el sistema nos responde: “la palabra no está en el diccionario”. La que sí aparece, sin embargo, es porfolio, “conjunto de fotografías o grabados de diferentes clases que forman un tomo o volumen encuadernable” y esa palabra se utiliza como sinónimo de catálogo. ¿Qué ocurre? Que el uso de catálogo se ha vulgarizado y porfolio es un término más elegante que sugiere selección.

 

Pero llegamos a mi favorita: ‘operadora’. Y volvamos a la RAE: “en medicina, que opera”. Perdón, creo que no es esa acepción. Digo, “persona que se ocupa de establecer las comunicaciones no automáticas de una central telefónica”. Efectivamente, entrañable señorita con aspiración a cotilla que hasta hace muy poco procuraba las comunicaciones cuando era necesario vincular dos tramos de línea entre llamante y receptor; lo hacía a través de un panel de conmutación y son populares porque en los pueblos se enteraban de todo lo que ocurría y en el cine nos han ofrecido ratos inolvidables. Sin embargo, no sé por qué, no veo yo a Cesar Alierta o a Francisco Román como jefes de un honrosísimo grupo de señoritas pincha cables; no obstante,  todos los días en los medios leemos: “el máximo responsable de la operadora aseguró que…”.

Si queremos emplear el femenino, recurramos a ‘compañía telefónica’ si optamos por el término correcto, que sepamos que son operadores (de redes; el que opera sobre la red).

Y no me quiero dejar en el tintero una que incluso me irrita: ‘usabilidad’. ¿Usabilidad? ¡Qué es eso! sobre éste anglicismo podría escribir tomos pero baste decir: usese, manejo, facilidad de uso, utilidad…

¿Por qué ocurren estas cosas y millones más?, porque en los medios hace años que se suprimieron aquellos correctores de estilo; filólogos o lingüistas que miraban con lupa todo lo que escribíamos, nos corregían, nos enseñaban y cuidaban de un preciado tesoro: la lengua.

Uno de mis grandes maestros, Julián García Candau, Premio Nacional de Periodismo Deportivo, solía regañarnos y decir que honesto se era de medio cuerpo para abajo y honrado de medio cuerpo para arriba; que una olimpiada dura cuatro años y unos Juegos Olímpicos 16 días; que no hay pubs ni clubs sino pubes o clubes y que los boxes son garajes. Él era y sigue siendo el mejor.

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