La televisión, como muchas otras tecnologías, ha evolucionado desde su aparición. Primero, hubo un cambio de la televisión en blanco y negro (B/N) a la de color (RGB) y los fabricantes ofrecieron televisiones en formatos más grandes usando varios medios de proyección. En las últimas dos décadas hemos visto aparecer las tecnologías LED. LCD y plasma para reemplazar a los tubos de rayos catódicos (CRT), las cuales han avanzado hasta el punto en que podemos comprar una televisión de solo uno centímetro de grosor, y la sustitución de la televisión analógica por la televisión digital terrestre o TDT es un hecho. La televisión HDTV nos provee con una imagen de alta definición, y el último paso es el de la televisión en 3D; la cual, además, se puede asociar a un teléfono móvil y disfrutar el contenido que grabamos con él en nuestros televisores.
El secreto de las televisiones, teléfonos y las películas 3D es mostrar a cada ojo la misma imagen en dos perspectivas diferentes. Para lograr el efecto 3D se juega con el uso de dos imágenes desplazadas y superpuestas, a las que se aplican diferentes métodos para lograr que cada una de esas imágenes llegue sólo a uno de nuestros dos ojos. Así es como, básicamente, se logra crear la sensación de profundidad.
Para que una película, video o imagen pueda verse en 3D tiene que haber sido grabada usando esta técnica. Lo mismo sucede con cualquier otro tipo de contenidos, incluyendo las retransmisiones en directo, que deberán capturarse con cámaras especiales, y los videojuegos, que también deberán hacerse expresamente para lograr este efecto de forma nativa. Uno de los problemas aún por resolver –estandarizar– es el de las emisiones y compatibilidad entre televisores 2D y 3D, ya que un televisor 3D cuando reciba una señal convencional se ha de comportar como uno 2D, lo mismo que ahora sucede con las emisiones en blanco y negro y color, por ejemplo, transmitiéndose una imagen en 2D y un mapa de profundidad que permita reconstruir la imagen en 3D.
La televisión en 3D se refiere a un televisor que permite visualizar imágenes en tres dimensiones, utilizando diversas técnicas para lograr la ilusión de profundidad. Todo proceso que permite crear imágenes en 3D se conoce con el nombre de estereoscopía y se basa en el principio natural de la visión humana, en donde cada uno de nuestros ojos capta en un mismo instante dos imágenes ligeramente parecidas, debido a la pequeña separación entre uno y otro. Ambas imágenes son mezcladas en nuestro cerebro, permitiéndonos observar el mundo en 3D, tal como lo conocemos.
Actualmente son varios los métodos que se están explorando para lograr el efecto tridimensional en televisores. Algunas están más avanzadas que otras, siendo de momento las que implican la utilización de gafas especiales las que mejores resultados dan, aunque también existen soluciones que permiten ver 3D en televisión sin necesidad de gafas, como las pantallas auto-estereoscópicas, pero de momento el resultado no es tan bueno en cuanto a calidad de imagen –o del efecto– ni tan cómodo. Uno de los principales problemas en este caso es que es necesario observar la pantalla dentro de un margen de distancia y posición muy limitadas que deja poco margen de movimientos al espectador.
Ninguna tecnología en cuanto a paneles se ha quedado atrás respecto a la 3D, tanto los televisores de plasma como los LCD e incluso los televisores de LED han decidido dar el salto a las tridimensionalidad, pero sin duda la tecnología que mejor impresión da es la combinación entre OLED y 3D.
Respecto a la sensación de profundidad, no cabe duda de que por ahora son los sectores de la animación 3D y de los videojuegos los que mejor provecho sacarán de la tecnología 3D. No es que la industria cinematográfica no esté lista, de hecho lo está desde hace décadas, ni el sector audiovisual, puesto que ya se habla de la posibilidad de broadcasting 3D.
Base de la TV en 3D
En sus orígenes, las películas en 3D (como hoy las conocemos) eran filmadas utilizando dos cámaras individuales. Luego, la aparición de nuevas cámaras duales (doble sistema óptico) permitió que en la actualidad se pueda obtener el mismo resultado con una cámara única. Los dos puntos de vista que ofrecen los sistemas ópticos integrados permiten simular las diferentes perspectivas de los ojos izquierdo y derecho. Los diversos fabricantes de los actuales televisores 3D adoptan, casi todos, un enfoque diferente en el diseño de sus equipos, pero el trabajo de la mayoría de éstos se basa en mostrar de manera alternada y rápida una versión "izquierda" y otra "derecha" de una misma imagen en la pantalla. Lo complejo del sistema aparece cuando se debe conseguir la imagen correcta para el ojo adecuado. Ahí es donde las nuevas gafas activas 3D para televisión hacen su aparición.
Los cristales utilizados en las gafas para la televisión 3D son mucho más avanzados que los acostumbrados a ver en las salas de cine. En realidad estas gafas son inalámbricas (a baterías), es decir, son gafas de cristal líquido "activo". El televisor envía una señal infrarroja a las gafas y los cristales se oscurecen en forma alternativa (entre 50 y 100 veces por segundo) bloqueando las imágenes (izquierda o derecha) en sincronía con el televisor. Así que sólo el ojo derecho ve la imagen de la derecha y sólo el ojo izquierdo ve la imagen de la izquierda. En palabras sencillas: las gafas le permiten a cada ojo ver la imagen que le corresponde. Luego, el cerebro combina las dos imágenes en un “todo”, al igual que lo hace todos los días con los puntos de vista ligeramente diferentes que se obtienen con los ojos derecho e izquierdo. De este modo, nuestro cerebro interpreta una imagen tridimensional.
El método que no requiere gafas se basa en la auto-estereoscopía, para generar la sensación óptica de profundidad. El método tradicional se basa en anteponer una rejilla vertical de paralaje delante de una imagen especialmente tratada para que cada ojo vea solamente la parte que le corresponde. Otra solución es la de colocar hojas lenticulares, es decir pequeñas lentes cilíndricas encargadas de dirigir cada señal a uno de los ojos, aunque está técnica limita muchísimo el ángulo de visión y los usuarios apenas pueden moverse.
Gafas activas o pasivas
Las gafas 3D pasivas son las más conocidas y económicas, sobre todo las denominadas gafas anaglifo o bicolor que utilizan una lente azul y una roja para filtrar que cada ojo vea sólo una de las dos imágenes emitidas. Esto mismo se puede lograr también con gafas polarizadas linealmente, bien en horizontal y vertical o bien circular de tipo levógiro y dextrógiro, también pasivas, que filtran distintas frecuencias de la luz de la imagen para lograr el mismo efecto, aunque reducen algo la luminosidad. Son relativamente simples de fabricar y por tanto baratas.
Sin embargo, la mayoría de los fabricantes recurren a las gafas 3D activas que disponen de un circuito eléctrico alimentado con baterías recargables. Los cristales son en realidad pantallas LCD, cada uno de los cuales se vuelve oscuro (opaco) o transparente alternativamente, en una rápida secuencia inapreciable a simple vista. De este modo cada ojo sólo ve una de las dos imágenes proyectadas, lo que –como sucede con las gafas bicolor o polarizadas– crea esa sensación de tridimensional. Actualmente es el método que ofrece una mejor calidad de imagen y que menos interfiere la luz recibida, ni en la cantidad ni en el color, tero también son más caras: cada par puede costar unos 150 euros, y además, de momento, las de unos fabricantes no son compatibles con las de otros, aunque la CEA (Consumer Electronic Association) está trabajando en su estandarización.
Sean activas o pasivas el uso de gafas requiere acostumbrarse, tanto para los que habitualmente llevan gafas de ver (las del televisor se ponen encima de éstas) como para los que no las utilizan. Las activas son más pesadas y grandes, aunque actualmente hay modelos de tamaño razonable y menos de 50 gramos. Conviene tener en cuenta que hay quien considera que el uso de estas gafas produce mareos, dolor de cabeza y otros efectos molestos e incluso peligrosos y que no son aptos para todas las personas y edades, por lo que conviene comprobar y tener en cuenta los posibles avisos que el fabricante pueda dar en este sentido.