Mientras Estados Unidos anuncia recortes millonarios en sus programas de ciberseguridad, Europa avanza con paso firme hacia una estrategia digital más segura, coordinada y autónoma. Dos modelos opuestos que, según los expertos, podrían redefinir el equilibrio global en materia de ciberdefensa.
El Gobierno estadounidense ha planteado una reducción cercana a los 500 millones de dólares en el presupuesto de la CISA (Cybersecurity and Infrastructure Security Agency), una de sus agencias clave en la lucha contra el cibercrimen. Además de eliminar programas esenciales como los dedicados a combatir la desinformación o proteger infraestructuras críticas, se estima que más de 1.000 profesionales podrían perder su empleo. Esta decisión impacta también a empresas tecnológicas que colaboran con el sector público, frenando tanto la vigilancia como la innovación en ciberseguridad.
En paralelo, Europa acelera. La Unión Europea ha aprobado nuevas leyes y ha movilizado más de 1.300 millones de euros para reforzar su escudo digital común. Medidas como la Ley de Cibersolidaridad y la creación de una red de Centros de Operaciones de Ciberseguridad permitirán compartir información sobre amenazas en tiempo real y desplegar equipos técnicos en caso de incidentes graves.
Desde ESET, compañía especializada en ciberseguridad, han señalado que esta divergencia estratégica tendrá consecuencias. Josep Albors, director de investigación y concienciación de ESET España, ha explicado que “recortar en ciberseguridad en pleno auge del cibercrimen es como bajar la guardia en mitad del combate. Las decisiones que tomamos hoy condicionan la respuesta de mañana”. Albors ha añadido que “Europa ha entendido que no hay transformación digital sin protección digital. Y mientras el cibercrimen avanza, retroceder no es una opción”.
La estrategia europea se apoya, además, en regulaciones como la Directiva NIS2 y la Ley de Ciberresiliencia, que exigen a las empresas de sectores críticos reforzar sus protocolos de seguridad y notificar cualquier incidente. La protección deja de ser una recomendación para convertirse en una obligación legal.
España, por su parte, se ha posicionado como uno de los referentes europeos. En mayo, el Gobierno anunció un plan extraordinario dotado con 1.157 millones de euros para blindar infraestructuras críticas, modernizar el sector público y fortalecer la ciberdefensa nacional. Este esfuerzo se suma a medidas ya en marcha, como la creación del Centro Nacional de Ciberseguridad o las plataformas automatizadas de auditoría para administraciones locales.
El último ESET Threat Report ha situado a España como el segundo país con más amenazas detectadas a nivel mundial, solo por detrás de Japón. Un dato que refuerza la urgencia de estas políticas. Además, según el Índice Global de Ciberseguridad de la UIT, el país se encuentra por encima de la media europea en preparación y capacidades, y cuenta con una de las redes más extensas de centros de respuesta ante incidentes.
Frente a los recortes de personal y recursos en EE. UU., Europa ha optado por una vía de colaboración público-privada. Las empresas podrán integrarse en la futura reserva europea de respuesta, acceder a financiación para innovación y obtener certificaciones paneuropeas que respalden la calidad de sus servicios. Esta colaboración, además de elevar los estándares tecnológicos, refuerza el empleo y fomenta la educación digital en todos los niveles.
Para los ciudadanos, este enfoque se traduce en un entorno digital más seguro: desde apps gubernamentales protegidas hasta escuelas públicas con redes blindadas. En palabras de Albors, “la ciberseguridad no es solo un asunto de expertos, sino una garantía de estabilidad digital para todos”.