El dato, recogido por el informe anual del Observatorio Asteo sobre el entorno digital y la calidad de vida en municipios de menos de 10.000 habitantes, confirma un avance tecnológico más rápido de lo que reflejan muchas percepciones sociales, aunque acompañado de desigualdades persistentes en conectividad, formación digital y acceso a servicios.
El estudio, presentado en la sede de la Comisión Europea en Madrid, analiza el grado de digitalización en pequeños municipios y su impacto directo en la vida cotidiana de la población. Los resultados dibujan un escenario ambivalente: mientras la adopción de nuevas tecnologías crece, especialmente entre jóvenes y adultos en edad activa, continúan existiendo carencias estructurales que condicionan su verdadero aprovechamiento.
La IA como herramienta cotidiana, no como revolución
El crecimiento del uso de inteligencia artificial en áreas rurales se ha acelerado con fuerza en el último año. En 2024, solo tres de cada diez usuarios afirmaban haber utilizado este tipo de herramientas; en 2025, la cifra alcanza ya el 43%. La adopción se concentra principalmente en la búsqueda de información y resolución de dudas, citada por el 76% de los usuarios de IA, seguida de aplicaciones profesionales, entretenimiento y usos educativos.
Entre los mayores de 65 años, solo uno de cada diez afirma utilizar soluciones de IA
Lejos de una implantación disruptiva, la inteligencia artificial se incorpora como una herramienta funcional, integrada en tareas diarias y sin una percepción de complejidad tecnológica. Esta normalización explica su rápida expansión entre los segmentos más jóvenes y entre quienes mantienen una actividad laboral vinculada al uso intensivo de internet. En cambio, entre los mayores de 65 años, solo uno de cada diez afirma utilizar este tipo de soluciones, lo que refleja una brecha generacional todavía muy marcada.
La tecnología no solo se asocia a productividad o entretenimiento. El informe del Observatorio Asteo subraya el impacto potencial de la digitalización doméstica en la calidad de vida de las personas mayores. Un 95% de los encuestados considera que soluciones como la teleasistencia, los sensores de movimiento o la domótica básica pueden mejorar de forma significativa el día a día de este colectivo.
Entre los mayores de 65 años, el respaldo es todavía más claro: el 77% cree que estas herramientas permitirían vivir mejor y el 79% afirma que facilitarían permanecer más tiempo en su propio hogar sin necesidad de trasladarse a residencias o viviendas de familiares. A pesar de este consenso, solo uno de cada cuatro hogares rurales dispone actualmente de algún dispositivo de hogar inteligente, lo que evidencia que el potencial tecnológico aún se encuentra lejos de materializarse.
Conectividad y calidad de vida
El despliegue de infraestructuras de telecomunicaciones constituye uno de los pilares del informe. El 74% de los encuestados afirma disponer de fibra óptica en su vivienda, una cifra que sitúa a España en una posición de liderazgo en cobertura de redes de alta velocidad dentro de la Unión Europea. De hecho, la cobertura nacional alcanza el 95%, con un 86% en el entorno rural.
Sin embargo, la percepción ciudadana no siempre acompaña a estos datos. Uno de cada tres residentes rurales considera que España se encuentra por detrás de otros países europeos en acceso a internet de alta velocidad. Según ha explicado el CEO de Asteo Red Neutra, Pedro Abad, durante una mesa redonda moderada por la periodista y fundadora de Zonamovilidad.es, Pilar Bernat, esta percepción negativa revela la necesidad de mejorar la comunicación sobre los avances reales en conectividad, especialmente en municipios pequeños donde persiste una sensación de desigualdad digital.
El 72% de los residentes rurales considera imprescindible disponer de una conexión de alta velocidad para vivir bien
La relación entre conectividad y calidad de vida aparece de forma transversal en todo el estudio. El 72% de los residentes rurales considera imprescindible disponer de una conexión de alta velocidad para vivir bien, porcentaje que se eleva hasta el 85% entre los mayores y el 76% en pueblos de menos de 5.000 habitantes. Además, un 58% asegura que se plantearía cambiar de vivienda si no contara con una conexión adecuada, cifra que asciende al 76% entre quienes teletrabajan.
Pese a esta demanda, solo el 23% de los trabajadores rurales tiene actualmente opción de teletrabajar. Aun así, el consenso resulta amplio: el 86% considera que el trabajo en remoto puede ayudar a fijar población y combatir la despoblación, una percepción casi unánime entre quienes ya lo practican.
Sector primario: tecnología necesaria, adopción limitada
El informe dedica una atención específica al sector primario, clave en la economía y cohesión social del mundo rural. Más de la mitad de los trabajadores del sector, el 58%, considera indispensable una conexión de alta calidad para modernizar y gestionar de forma eficiente las explotaciones. Sin embargo, solo el 22% afirma haber incorporado alguna tecnología digital en el último año.
Las barreras principales siguen siendo los elevados costes de inversión y la falta de conectividad estable. Cuando la tecnología se introduce, predomina la automatización de procesos, el uso de sensores y, en menor medida, drones y sistemas de monitorización, lo que apunta a un proceso de modernización todavía incipiente.
IA y desinformación: un reto creciente
La expansión del uso de inteligencia artificial en el entorno rural convive, no obstante, con un fenómeno paralelo que preocupa a una parte significativa de la población: la exposición a la desinformación digital. El informe del Observatorio Asteo señala que el 70% de los residentes en municipios rurales ha visto o recibido noticias falsas en internet al menos una vez a lo largo de 2025, un porcentaje elevado que refleja hasta qué punto el consumo informativo digital se ha generalizado también fuera de los grandes núcleos urbanos.
La incidencia de las fake news no se limita a episodios aislados. Uno de cada cuatro encuestados reconoce haber tenido contacto frecuente con contenidos falsos o engañosos, mientras que un 44% afirma haberlos encontrado de forma esporádica. Este contexto resulta especialmente relevante si se tiene en cuenta que la inteligencia artificial se utiliza, en muchos casos, como herramienta para buscar información o resolver dudas, lo que incrementa la necesidad de distinguir entre fuentes fiables y contenidos manipulados.
Ante esta situación, los hábitos de verificación muestran una respuesta desigual. El 66% de los usuarios asegura contrastar la información en varios medios o recurrir a fuentes de confianza cuando duda de una noticia, lo que apunta a una cierta madurez digital en una parte de la población. Sin embargo, uno de cada cinco reconoce no hacer nada ante la sospecha de desinformación, un dato que pone de relieve la importancia de reforzar las competencias digitales, especialmente en colectivos con menor familiaridad tecnológica.
Desde el Observatorio se subraya que el avance de herramientas basadas en inteligencia artificial no genera rechazo en el entorno rural, pero sí plantea nuevas exigencias. Los usuarios demandan sistemas transparentes, una regulación clara y un uso ético de la tecnología que contribuya a reducir desigualdades y no a amplificarlas.
En este sentido, la alfabetización digital aparece como un elemento clave para que la adopción de la IA en el mundo rural se traduzca en un beneficio real, tanto en términos de acceso a la información como de calidad de vida.
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