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sábado 23 de septiembre de 2023, 16:00h

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Para las fuerzas de seguridad y el sistema de justicia, los casos de abuso y violencia sexual representan un desafío, ya que las pruebas suelen ser escasas y, en su mayoría, se reducen a "el testimonio de dos personas en la habitación", quienes a menudo relatan versiones similares, pero esencialmente distintas de lo sucedido, según David Kirby, gerente de Agresión Sexual en Adultos y Protección Infantil en la sede nacional de la policía.

Siguiendo esta línea, Kirby sostiene que lo que se comunica antes, durante y después de un incidente en el ámbito digital puede tener un impacto significativo en la credibilidad de una persona con respecto a lo ocurrido y las acusaciones que ha planteado.

Las víctimas pueden tardar años en denunciar los abusos, y para ese momento, la evidencia digital puede haber desaparecido

En muchos casos, las víctimas pueden tardar años en denunciar los abusos, y para ese momento, la evidencia digital puede haber desaparecido. Kirby advierte que cuanto más tiempo pase antes de que se presente una denuncia, más complicado, aunque no siempre imposible, resulta llevar a cabo un proceso judicial exitoso debido a la falta de pruebas. Además, la comunicación digital está sujeta al paso del tiempo, ya que no todos los proveedores de servicios de telecomunicaciones conservan los mensajes durante períodos prolongados; generalmente, estos se eliminan después de un corto periodo, aproximadamente seis meses. A partir de ese punto, la policía se basa en lo que se ha almacenado en los dispositivos, aunque las personas pueden borrar mensajes. Esto puede proporcionar un registro de la comunicación, pero no necesariamente un registro completo.

El rol de los mensajes de texto en los casos de abuso sexual

Incluso cuando se cuenta con registros completos, la interpretación de los mensajes no es siempre clara y directa. Kirby señala que debido a la falta de contexto en torno a los mensajes de texto, es posible argumentar que estos tienen significados diferentes. Por ejemplo, una víctima podría enviar un mensaje diciendo: "No puedo creer lo que hiciste anoche", a lo que la otra persona podría responder con un simple "Lo siento". Este tipo de intercambio no especifica lo que ocurrió exactamente, lo que deja espacio para la interpretación y la pregunta sobre a qué se refiere el arrepentimiento.

Por su parte, Paulette Benton-Greig, profesora de Derecho en la AUT, participó en un estudio que analizó 40 casos de agresión sexual a adultos. Los resultados del estudio indicaron que lo que podría considerarse una falta de evidencia no necesariamente lo era. Cuatro de estos casos involucraron mensajes de texto de disculpas por parte de los acusados hacia las denunciantes, pero esto no resultó en condenas.

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La bailarina con el vestido rojo

Estos 40 casos ocurrieron entre 2010 y 2015 e incluyeron registros de comunicación digital entre las denunciantes y los acusados. Aunque cada caso y cada pieza de evidencia eran únicos, Benton-Greig observó que estos registros de comunicación digital no respaldaban de manera significativa a las denunciantes. De hecho, en ocasiones, se utilizaban en su contra.

Los mensajes digitales suelen ser breves y pueden perder fácilmente su contexto y significado

Los mensajes digitales suelen ser breves y pueden perder fácilmente su contexto y significado. Benton-Greig menciona el uso de emojis, como la bailarina con el vestido rojo, que pueden tener múltiples interpretaciones y que, sacados de contexto en un juicio años después, pueden llevar a malentendidos.

Además, tanto jueces, jurados como abogados no siempre son expertos en la comprensión de la comunicación digital. Las transcripciones de los juicios revelan confusiones sobre términos y símbolos utilizados en las redes sociales, lo que dificulta aún más su interpretación en un contexto legal.

La comunicación digital también presenta desafíos fuera de los tribunales

La comunicación digital también presenta desafíos fuera de los tribunales. Benton-Greig y sus compañeros han escuchado a chicas adolescentes hablar sobre la presión que reciben para enviar fotos íntimas y las complejas dinámicas de poder involucradas. Además, los chicos comparten estas imágenes sin consentimiento.

Este tipo de casos se enmarca dentro de lo que Benton-Greig denomina "abuso sexual basado en imágenes", que incluye exhibiciones cibernéticas, sextorsión, pornografía de venganza y toma de imágenes sin consentimiento. Por lo general, este tipo de abuso se dirige a mujeres por parte de hombres, y las medidas preventivas suelen centrarse en advertir a las mujeres sobre los riesgos de compartir imágenes, en lugar de responsabilizar a los hombres por su conducta coercitiva. En los casos en los que se presentaron disculpas, los abogados defensores argumentaron que estas disculpas se referían a otros asuntos y no necesariamente implicaban responsabilidad por violación o agresión. Se cuestionaba si una disculpa era coherente con el comportamiento de un agresor sexual.

No quería que él supiera cuán molesta estaba, ya que temía por su seguridad

En otro caso, se interrogó a una denunciante acerca de una serie de mensajes enviados horas después de la supuesta agresión. El abogado defensor planteó preguntas sobre por qué ella seguía comunicándose y enviando fotos de un peluche. En el tribunal, ella explicó que no quería que él supiera cuán molesta estaba, ya que temía por su seguridad. Sin embargo, este tipo de respuestas educadas y amigables no siempre se traducen adecuadamente en un contexto legal que tiende a simplificar las dinámicas de género y la noción de seguridad.

Desafortunadamente, estos comportamientos y estrategias no siempre son efectivos en un tribunal, que tiende a ver las situaciones en blanco y negro y carece de contexto, lo que puede limitar la comprensión de las complejidades de género y seguridad. En uno de los juicios, el acusado fue absuelto argumentando que la denunciante había dado su consentimiento inicial para tener relaciones sexuales, aunque después se arrepintió.

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