La administración Trump mantiene conversaciones con Intel para que el Gobierno de Estados Unidos adquiera una participación accionarial en la compañía, según fuentes cercanas al proceso.
Esta posible intervención, avanzada por medios locales, aún en fase preliminar, se enmarca en la estrategia presidencial de reforzar la fabricación nacional de semiconductores y reducir la dependencia de proveedores extranjeros, especialmente frente al dominio de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC).
El encuentro clave se ha producido esta semana en la Casa Blanca, donde el presidente Donald Trump se ha reunido con el director ejecutivo de Intel, Lip-Bu Tan. Aunque no se han revelado detalles concretos sobre la estructura de la operación, la propuesta incluiría una inyección directa de capital por parte del Gobierno federal. Las conversaciones, según indican las mismas fuentes, podrían concluir sin un acuerdo definitivo, pero reflejan la creciente disposición del Ejecutivo a intervenir de forma directa en sectores estratégicos.
Presión política y contexto industrial
Este movimiento se produce tras una semana de tensión entre la administración y el liderazgo de Intel. El propio Trump pidió recientemente la dimisión de Tan a través de su red Truth Social, calificándolo de “altamente conflictuado” por sus vínculos anteriores con empresas tecnológicas chinas. Sin embargo, la reunión del lunes indica que el Gobierno podría optar por un enfoque de colaboración en lugar de un cambio de liderazgo inmediato.
Para la Casa Blanca, Intel representa el actor doméstico con más opciones de competir con TSMC en el segmento de fabricación avanzada, un mercado considerado crítico para la seguridad nacional y el liderazgo tecnológico.
La sola noticia de las conversaciones ha provocado un repunte en bolsa: las acciones de Intel subieron un 7,4% hasta cerrar en 23,86 dólares, y avanzaron otro 4% en operaciones posteriores, elevando la capitalización de mercado a 104.400 millones de dólares. Este comportamiento refleja las expectativas de los inversores ante un posible respaldo gubernamental en un momento en que la compañía atraviesa serias dificultades financieras.
Si nos fijamos en sus cuentas, Intel registró pérdidas de 2.900 millones de dólares en el segundo trimestre, agravando un contexto marcado por la pérdida de cuota de mercado y retrasos en proyectos clave. Su ambicioso plan para levantar un megacomplejo fabril en Ohio, anunciado como el mayor del mundo, se ha visto retrasado hasta la próxima década. Desde su llegada al cargo en marzo, Lip-Bu Tan ha priorizado la contención de costes, lo que incluye ajustes de plantilla y reducción de inversiones.
Una estrategia más amplia de intervención
La operación con Intel no es un hecho aislado. El Gobierno de Trump ha asumido un papel cada vez más activo en sectores estratégicos: desde la obtención de un 15% de ingresos por ventas en China de Nvidia y AMD a cambio de licencias de exportación, hasta la adquisición de una “acción de oro” en U.S. Steel para influir en su venta a Nippon Steel. Además, el Departamento de Defensa anunció recientemente una inversión preferente de 400 millones de dólares en MP Materials, productor de tierras raras, movimiento que sentó precedente en la colaboración público-privada.
Analistas advierten que, incluso con apoyo federal, Intel necesitaría una profunda revisión de su modelo de negocio y una oferta más competitiva en inteligencia artificial, un ámbito que ha catapultado a otros fabricantes.