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El mercado de las aplicaciones, entre la bicoca y el delito

Por Pilar Bernat
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pbernattelycom4com /7/7/16
miércoles 22 de octubre de 2014, 13:04h

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Aplicaciones para movilesDesde el punto de vista informativo, resulta prácticamente imposible explicar cómo en un mundo de algoritmos, infraestructuras y arquitecturas milimétricas, refugio de mentes racionales, negociaciones de letra pequeña y ejecutivos de máxima altura se ha desarrollado, se está desarrollando, un submundo tribal, donde reina el caos, la anarquía, el canibalismo y la ley del más fuerte. Hablo del mundo de las aplicaciones.

La industria de la telefonía móvil, preocupada por desarrollar terminales olímpicos bajo el eterno lema ‘citius, altius, fortius’ dejó al descubierto un flanco por el que han entrado aquellos que han decidido para qué y cómo se deben utilizar esos dispositivos y ha llegado un momento en que son ellos (Apple y Google), principalmente, quienes crean el modelo de negocio, llenan o llenarán sus arcas y se ríen de quienes, preocupados por escalar posiciones en el ranking de ventas, ahora abren los ojos y se tiran de cabeza al agua para bracear sin estilo, sin entrenamiento y sin conocer, a ciencia cierta, su capacidad o su resistencia (Windows Market, OVI, Play Now, Samsung market). ¿Qué cómo Microsoft con lo que ha luchado por abrirse un hueco en movilidad lo ha permitido? ¿Qué cómo ha perdido hasta el resuello en el sprint? ¡Quién sabe!

Una nueva clase imperante
Si nos inspiramos en la historia, diríamos que vivimos la caída del antiguo régimen y una clase social imperante, la burguesía, (llámesele en este caso desarrollares) va montando unos burgos más o menos organizados que crecen y se organizan al amparo de unas plataformas que, lejos de estandarizarse, se multiplican y sientan las bases de eso tan bonito que algún pensador ilustrado y bilingüe ha denominado los ’app markets‘. El coAplicaciones para movilesmercio (en este caso ‘e’), las transacciones electrónicas y el nacimiento de una sociedad de consumo, que aún no sabe muy bien qué o para qué compra, empiezan a ser objeto de estudio y quienes creemos que la historia ha demostrado que la anarquía es sólo una teoría sobre un papel, una simple utopía, consideramos que alguien debería poner orden y establecer reglas de ordenación, búsqueda y clasificación e incluso tomar las riendas y redactar una legislación al respecto. ¿Por qué? Porque hay que conciliar formas de pago, de reclamación, de devolución. Regular, tal vez, un mercado cuyo éxito reside precisamente en la desregulación, en el caos, en la compra por impulso y en los micropagos adscritos a un sumatorio cuyo total sólo se aprecia en las facturas.

El proceso
Con respecto al ‘modus operandi’, realmente, y una vez más, hemos de reconocer que nadie ha inventado nada nuevo, que el mercado de las aplicaciones, las neveras de contenidos, existía ya desde hace años (iMode, Brew, etc), pero que los sistemas de acceso eran complejos, las aplicaciones caras, el modelo de negocio no siempre equilibrado y si recurrías a las tiendas populares para pequeñas cosas, te saqueaban el saldo a base de mensajes cortos.
Para los desarrolladores, poner sus ingenios en el mercado era un auténtico suplicio, muchas veces, incluso, porque les resultaba imposible acceder a los fabricantes u operadores para exponerles su idea y, por tanto, ésta quedaba en punto muerto.
Y entonces llegó Apple y, una vez más, hizo la luz. A través de su popular iPhone y de su archifamosa tienda virtual, iTunes, reinventó el libre mercado y lo llevó al mundo de los reproductores y al de la telefonía móvil. Así, de forma rápida y sencilla los programadores crean un producto, aceptan a través de documento digital una serie de condiciones en las que se comprometen a cumplir con los requisitos exigidos por la casa; envían el producto a Apple Store, se supone (al menos eso aseguran sus portavoces ante nuestras manifiestas dudas al respecto) que alguien revisa el buen funcionamiento y fin de la aplicación y la incluyen en un listado que ya supera los 50.000 productos.
¿La forma de cobro? Son los únicos genios que vinculan el alta del terminal a una tarjeta de crédito, de forma que la operación de compra de aplicaciones es rápida y transparente para todo el mundo menos para las entidades de crédito, cuyas tarjetas bailan al son de ‘money, money, money’. La compra, es compra por impulso. Minicantidades que una a una, son siempre accesibles; ahora, todas juntas...
Y nos preguntamos: ¿Qué pasa si el teléfono cae en manos ajenas o en las de un niño? La única barrera ante el gasto es un password.
El resto de los miembros del ecosistema de la telefonía móvil se han dado cuenta de la bicoca y han seguido la estela. Cada uno de los fabricantes ha creado su bolsa de aplicaciones; otro tanto ha hecho Microsoft, cuya tienda se espera con impaciencia, y el gran competidor: Google con Android; quien en principio optó por el término ‘gratis total’ para invitar a sus clientes a viciarse descargándose hoy una linterna, mañana una brújula, al otro un juego de matemáticas, un reproductor de música on-line, etc., etc., etc. y que poco a poco ha ido incorporando descargas de pago. Las dudas manifiestas son transportables a cualquiera de las plataformas y se resumen en dos términos: calidad y garantías.
¿La diferencia sustancial entre el uno y los otros? Estas operaciones requieren una voluntad de compra, no son impulsivas, hay que dar los datos de la tarjeta cada vez, aprobar la operación y seguir los pasos habituales del comercio electrónico. Mucho tiempo para pensar si realmente necesitas el producto, si te apetece tenerlo, si lo puedes pagar, si prefieres salir y tomarte una caña...
He ahí el quid de la cuestión.

Escribir las aplicaciones una y otra vez
Así, en este estado de cosas y dada la oportunidad de negocio, quienes entran a competir en el mundo de ‘que gane el mejor’ (paradójicamente uno de los winners es alguien que facilita la descarga del ruido de una ventosidad o ‘pedo’), se encuentran que la fragmentación de mercados les obliga a rescribir sus trabajos una y otra vez y a utilizar código fuente y apis diferentes en cada uno de los casos. ¡Y eso a pesar del éxito del mundo ‘open’!; con lo cual, un trabajo sencillo se convierte en la historia interminable o bien, se limitan a escribirlo sólo para un terminal que suponen de venta masiva, como el iPhone, y dejan el resto del trabajo hasta comprobar si su aplicación tiene éxito.
Alguna compañía, como Qualcomm, que siempre muestra un punto de vista más elevado, pretende simplificar las cosas y ha preparado una plataforma para los operadores denominada ‘Plaza Retail’ en la cual, bajo el mismo procedimiento, los desarrolladores envían su aplicación y los usuarios, tengan el terminal que tengan, pueden ver todas las aplicaciones disponibles para su sistema. Digamos que funciona como un mayorista de aplicaciones y que dentro de unos meses, según ha anunciado, tendrá producto para todos los sistemas operativos conocidos (salvo Apple); pero el desarrollador tiene que seguir programando en el lenguaje de todas y cada una de las plataformas en que quiere se comercialice su producto.

Aplicaciones para movilesLa desilusión
El reverso de la moneda, la desilusión de quienes trabajan esperando algún beneficio, ha quedado de manifiesto en el último congreso de desarrolladores de Apple que tuvo lugar en el mes de junio.
Allí, los ‘manzanitas’ (oriundos o residentes en el mundo de la manzana) mostraron públicamente sus casos de éxito y encumbraron al equipo de desarrolladores que han realizado las aplicaciones las mas vendidas y comunicaron que ya hay más de 50.000 productos a disposición de los clientes.
Sin embargo, los desarrolladores declararon a los periodistas presentes que también en el caso de la tienda de Apple ‘dinero llama dinero’; ya que la firma destaca, lógicamente, los productos más populares, que suelen pertenecer a las empresas más famosas, las cuales tienen dinero para publicitar o comunicar en prensa sus productos. Esto despierta el interés en la gente, Apple reacciona, lo ofrece en destacados y se produce el retorno inmediato de la inversión y la consecuente generación de beneficios. De esta forma, los pequeños desarrolladores ven caer sus productos al fondo de un saco infinito y observan con tristeza como se posicionan en un punto al que es prácticamente imposible llegar. Hoy, muchos se plantean ya migrar a otras plataformas donde, en breve, seguro que ocurrirá lo mismo.
Los usuarios, los profesionales, piden a gritos un sistema, tipo Genius, que realice sugerencias según intereses o bien, un orden mucho más específico basado un tesauro completo y bien categorizado que facilite llegar hasta el producto deseado. No sabemos quién será el primero en ofrecerlo.

El problema de las garantías
Y si bien hemos hablado prácticamente con todos aquellos que ofrecen u ofrecerán de forma inminente catálogo de aplicaciones, en todos nos hemos encontrado con un hueco insalvable: las garantías del consumidor.
Y es que la historia se escribe sola, y a pesar de que Apple asegura que ha sido un bulo, lo cierto es que se dice, se cuenta, que un desarrollador subió al Apple Store una aplicación con la cual ‘te hacías rico’ y los rumores aseguran que costaba 1.000 dólares. Al descargarla el incauto comprador se encontraba con una animación de una bolsa llena de monedas de oro. Por supuesto, en cuanto se denunció la retiraron de la tienda, pero el hecho, cierto o no, deja sobre la mesa un sin fin de preguntas que parecen no tener respuestas concretas:
• Una vez firmado el acuerdo entre el desarrollador y la plataforma o empresa comercializadora, bajo el cual se supone se adquiere el compromiso de cumplir unos requisitos de calidad, ¿existe realmente un equipo de gente que prueba todas y cada una de esas aplicaciones antes de subirlas para garantizar que la descripción Aplicaciones para movilesque lee el comprador, previo, al pago responde a lo que luego se encuentra?
• ¿Es lícito invitar a una descarga, posiblemente gratuita, que a continuación te exige otra de pago para funcionar y otra aún más cara si quieres que haga exactamente lo que esperabas al bajar la primera?
• Caso de que el producto descargado no funcione o no responda a las expectativas del comprador ¿cuál es el mecanismo para garantizar la devolución del dinero? Las plataformas se suponen meras mediadoras; los operadores nada tienen que ver en el negocio; ¿entonces? Hay que ir a la página web del desarrollador, esperar que tenga un sistema de contacto, si lo tiene formularle la reclamación, esperar un acto de buena voluntad para no entrar en conflictos legales, y si éstos llegan las leyes de qué país son aplicables? ¿Las del comprador o las del desarrollador? etc., etc, etc.
Una posible e infinita vía de fraude e incluso de transacciones ilegales encubiertas.
• ¿Por qué los gestores de las plataformas no habilitan un sistema de certificación y una garantía en la transacción tipo Pay Pal?
• Y por último, una vez pagada y descargada una aplicación ¿la puedo transferir a otro terminal cuando llegue la hora del cambio de un producto no por caro menos perecedero como es el teléfono móvil?
En España este tipo de operaciones se consideran Comercio Electrónico y como tal, están bajo el amparo de la LSSICE pero ésta, entre otras cosas dice: que “las empresas no son responsables de los contenidos que transmiten o alojan o a los que facilitan acceso, si no participan en su elaboración”. Además, son responsables sólo “si conocen su ilicitud y no actúan rápidamente para retirarlos o imposibilitar el acceso a ellos”.
Sin comentarios.

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