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Por Pilar Bernat
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pbernattelycom4com /7/7/16
domingo 17 de febrero de 2019, 12:19h

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A pesar de las manifestaciones, legalmente autorizadas, parece que los paros patronales del sector del taxi en Madrid han terminado. Lección aprendida para todos: no todo el que decida secuestrar una ciudad, ni muchos menos un país, se puede salir con la suya; la cuarta revolución industrial ha llegado para todos e impacta en todos los sectores, sólo queda subirse a ella porque el planeta no va a dejar de girar, aunque queramos detenerlo; a veces somos nosotros quienes tenemos que dar un paso, renunciar a unas cosas y sumar otras para seguir siendo competitivos

Una vez más, la campaña publicitaria que los taxistas han hecho a favor de las VTC ha sido impagable. Ellos las dieron a conocer y ellos han obligado a todos los ciudadanos a tener un teléfono con una aplicación instalada por si llega la ocasión: ¿Cuántos nietos han enseñado a sus abuelas o acompañantes a utilizar la app de Uber o Cabify? Nadie dice que tengan que saber de marketing, pero son los únicos que no sólo hacen publicidad a su competencia, sino que consiguen que sus clientes juramenten en hebreo y aseguren que salvo extrema necesidad no volverían nunca a utilizar sus servicios. El ‘auto daño’ está hecho.

La campaña publicitaria que los taxistas han hecho a favor de las VTC ha sido impagable. Ellos las dieron a conocer y ellos han obligado a todos los ciudadanos a tener un teléfono con una aplicación instalada por si llega la ocasión

Y es que nadando contra de la corriente, cortando autopistas, llevando a cabo lo que erróneamente se ha denominado huelga o impidiendo el correcto funcionamiento de los medios que facilitan el acceso a los acontecimientos que tienen lugar en una ciudad no se va a impedir que el futuro se instale en nuestras vidas.

Una a una, las diferentes actividades laborales que, hasta ahora, han marcado el devenir de nuestra sociedad van impactando frontalmente contra los sistemas digitales que les atañen y, con mayor o menor aprensión, los vamos aceptando; los primeros y más dañados los periodistas.

Sin embargo, intentar mantener por la fuerza negocios que gozan de más oscuros que de claros, en vez de pensar en cuales son las necesidades de los clientes del siglo XXI y cómo se les puede ofrecer el mejor servicio para que no recurran a otros más novedosos no tiene sentido.

El lío de las licencias

Lejos de querer que los VTC paren, lo que los taxistas buscan es recuperar, si puede ser con creces, una inversión en licencias municipales que, contra toda lógica se entregaron hace años y con las que se ha permitido hacer todo tipo de negocios. La facturación a través de una aplicación que te indica quien es el conductor del taxi (no siempre el que tiene la licencia y la preparación para ejercer la profesión), en qué coche viene (eso obliga a pensar en el tipo de vehículo en el que se invierte para mayor comodidad de los pasajeros), cual es el recorrido exacto que se debe realizar (sobre la picardía que caracteriza a muchos taxistas a este respecto poco hay que comentar) y cuánto va a ser el montante de la carrera no les conviene absolutamente nada; entre otras cosas porque el dinero cobrado queda estrictamente registrado a efectos de Hacienda.

Pero más allá, saben perfectamente que los coches compartidos tienen tirón y que, dentro de dos días, los coches autónomos o vehículos SIN conductor los van a dejar sin trabajo. Se acabó la gallina de los huevos de oro y, por tanto, con un sinfín de mentiras y otro tanto de locuras -aún me pregunto en qué pensaba el hombre que se tiró encima de un VTC-, el mar de fondo es la reversión de las licencias e intentar que entre todos paguemos un bien que prácticamente a ninguno le pertenece por derecho propio; ya que si bien lo han pagado -de eso no hay duda-, un gobierno tras otro, desde tiempos inmemoriales ha consentido el traspaso de unas manos a otras, en vez de recuperar el permiso para volverlo a otorgar previo pago de un montante, mucho más prudente, a las arcas municipales.

Alguien le va a tener que poner el cascabel al gato o, mientras tanto, al menos obligarlos a utilizar una aplicación. El taxi, como todo el mundo sabe, es un servicio público.

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