Esta adopción práctica convive con una percepción ambivalente. El 70% de los españoles se declara afín a la tecnología y más de la mitad se considera capaz de adaptarse a los cambios, pero un 28% admite dificultades para seguir el ritmo de la innovación. El 60% cree que existe un riesgo alto o moderado de que la IA sustituya determinados empleos.
El estudio de Bosch revela también una demanda creciente de formación y ética. El 64% opina que la IA debería enseñarse en los colegios y un 56% considera que el sistema educativo no está preparando adecuadamente a los estudiantes. Además, más del 80% de los encuestados pide un código de conducta que regule su uso y garantice la privacidad, la supervisión humana y una aplicación responsable.
Bosch, que desde 2020 aplica su propio código ético basado en la seguridad, la comprensibilidad y la supervisión humana, defiende que el verdadero valor de esta tecnología está en mejorar la vida de las personas y no en sustituirlas. “La inteligencia artificial ya está en nuestros hogares, nuestros trabajos y nuestras decisiones diarias. El verdadero reto no es si vamos a convivir con ella, sino cómo”, ha explicado Juan Antonio Relaño, CIO de la compañía en España.
El 66% de los españoles ve la IA como una herramienta clave para el desarrollo del país. El desafío será garantizar que ese potencial se traduzca en beneficios reales, accesibles y socialmente aceptados, apostando por una integración centrada en las personas, con más formación, más transparencia y mayor responsabilidad.