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Jose María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica
Jose María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica

Lo de Telefónica y STC no me lo creo; y si me lo creo, dimisiones

Por Pilar Bernat
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pbernattelycom4com /7/7/16
domingo 10 de septiembre de 2023, 10:00h

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Puede que la noticia del desembarco de STC en Telefónica se tuviera que escribir sencillamente así: El 6 de septiembre de 2023, la operadora saudí STC Group anunció la compra del 9,9% de las acciones de Telefónica, convirtiéndose en el primer accionista de la compañía española. Esta operación, valorada en 2.100 millones de euros, es un hito en el sector de las telecomunicaciones y tiene importantes implicaciones económicas, políticas y estratégicas.

Desde el punto de vista económico, la alianza entre STC y Telefónica supone un refuerzo para ambas compañías. STC se beneficia de la experiencia y el conocimiento de Telefónica en el mercado europeo, mientras que Telefónica accede a la creciente demanda de servicios de telecomunicaciones en el mercado saudí. Desde el punto de vista político, la operación es un símbolo de las buenas relaciones entre España y Arabia Saudí. El Gobierno español ha valorado positivamente la inversión de STC en Telefónica, que se interpreta como una apuesta por la economía española. Desde el punto de vista estratégico, las dos empresas podrían cooperar en el desarrollo de nuevos servicios de telecomunicaciones, como la 5G, la inteligencia artificial y el Internet de las cosas. Fin.

Pero no es así

Pero no, esto no es sencillamente así. Si bien es cierto que Telefónica es una empresa 100% privada que opera en distintos países del mundo (España, Alemania, Brasil, Reino Unido, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú, Uruguay y Venezuela), también lo es que se trata de una compañía estratégica en el Reino de España, dueña de grandes infraestructuras críticas y operadora de muchas de las comunicaciones oficiales y, por tanto, objeto de especial interés y cuidado por parte del Gobierno. Además, es la segunda en ingresos detrás de Repsol (Ranking EPS 500) y la número uno en el ámbito de las telecomunicaciones.

Por tanto, tanta parafernalia recuerda a las típicas fiestas sorpresas en las que todo el mundo finge el sorpresón, pero en las que el homenajeado suele ser el primero en estar al cabo de la calle y en saber directa o indirectamente lo que se cuece a su alrededor; eso sí, tras la entrada, los gritos y las luces, cara de ¡qué es esto! ¡No me lo puedo creer!

Y en un país que se va acostumbrando a la mentira continua y al cambio de opinión si hay viento a favor, todo vale… menos, al parecer, un inoportuno beso de un macarra impresentable (que ya lo era) en medio de la euforia de una celebración

Y en un país que se va acostumbrando a la mentira continua y al cambio de opinión si hay viento a favor, todo vale… Bueno, todo, menos, al parecer, un inoportuno beso de un macarra impresentable (que ya lo era) en medio de la euforia de una celebración; entonces se desata el mecanismo del linchamiento y el uso de todos los medios al alcance de ¿el Gobierno? Incluida la televisión pública y los tribunales afines (ya es duro escribir esto) dispuestos a actuar contra un ciudadano que por muy ‘toca huevos’ que sea, tiene derecho a una defensa justa y legal. Aunque seamos sinceros, todo esto ha venido bien para que nadie proteste por esa gasolina a 2€, los acuerdos post electorales, la subida de los intereses o, sin ir más lejos, el desembarco de los saudíes, 'muchos más feministas que Rubiales' o así así, pero a los que hay que agradecer su interés en nuestro país (esto último lo digo sin ironía).

Quién va a dimitir

Cruzar dos palabras con ellos es asumir que en Distrito T la polimatía es una cualidad extendida en los despachos ejecutivos y que escucharlos atentamente es entender que una operación como la que acaba de ocurrir llegaría y no por sorpresa.

Volvamos a lo nuestro y al paripé porque nadie con un mínimo de información o criterio lógico puede creerse que ni Telefónica, ni el Gobierno, ni Bruselas, ni el CNI, ni la CNMV, etc. tuvieran noticia alguna de una operación que podría condicionar el presente y cambiar el futuro de la que fuera Compañía Telefónica de España. Y, si por algún remoto casual fuera así, ya están tardando en dimitir los responsables de cada una de las áreas implicadas, tanto en la empresa como en el ejecutivo. Pero, quienes seguimos a la telco de cerca, sabemos que ninguno de sus primeros espadas es tonto. Muy al contrario, cruzar dos palabras con ellos es asumir que en Distrito T la polimatía es una cualidad extendida en los despachos ejecutivos y que escucharlos atentamente es entender que una operación como la que acaba de ocurrir llegaría y no por sorpresa.

El triple objetivo imposible

La junta de Telefónica se marcó ya hace algún tiempo un triple objetivo: reducción de la deuda, inversión en innovación y fuentes de crecimiento futuro, además de remuneración al accionista. Pero tanto su presidente, José María Alvarez-Pallete -que lo es también de la GSMA- como los del resto de los operadores europeos, han venido denunciado que, si bien son un sector crítico, soportan continuamente “vientos en contra” y que "las ingentes inversiones en redes (casi 600.000 millones en la última década) resultan difíciles de rentabilizar". Hablan continuamente de regulación obsoleta, de exigencias contradictorias y de la creencia de que las compañías operadoras no sobrevivirán una década más si no se busca la solución adecuada a la ecuación entre inversión y regulación.

Cierto es que los consumidores esperan pagar menos y obtener más; los inversores quieren reducir el gasto y se les exige afrontar un crecimiento exponencial de tráfico concentrado, básicamente, en un puñado de multinacionales de internet (OTTs); lo cual sólo se consigue vendiendo parcialmente los activos (cualquier día vemos como las redes siguen el sano camino de las torres, como en Italia), consolidando (si los dejan sin crear una nueva ‘bicha’) o recibiendo inversiones ‘inesperadas’.

Y en ello estamos. Bienvenido sea el dinero saudí si se mantiene el control y la seguridad de la red del operador español; esperamos que no se repita el costoso e incomprensible caso de Huawei porque ya hemos aprendido mucho de desconfianza oriental. No vayamos de feministas acérrimos si se puede caer en la incoherencia (un día le bajo el dedo a Rubiales y al otro intercambio medición de cintura con Comín) porque podríamos tener que taparnos la nariz si se trata de dinero y aceptemos que el mercado bursátil vive en lo suyo y que es el Gobierno el que debe vigilar por la integridad y la seguridad del país, de su sociedad y de sus empresas.

¡Ah, sí! Que no sabían nada, pero después de tres años de haberlo aconsejado Europa, estando en funciones, han promulgado el Real Decreto 571/2023, de 4 de julio, sobre inversiones exteriores; el cual entró en vigor el pasado 1 de septiembre ¡por los pelos!

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