No tengáis miedo de la tecnología, pero tampoco os dejéis seducir por ella. Sed artesanos del futuro con conciencia y compasión.
Dicen que quien se despide de la vida durmiendo tiene la muerte de los justos, y seguro que él la merecía. Francisco no fue un ingeniero ni un entusiasta de los gadgets, pero, a pesar de su edad, comprendió como pocos que la tecnología no es solo una cuestión de eficiencia o progreso, sino una interpelación radical a la sociedad sobre lo que significa ‘ser humano’.
El fallecimiento del Papa Francisco cierra otro capítulo único en la historia de la Iglesia Católica. Su legado va mucho más allá de las reformas internas o los gestos pastorales, ya que Francisco fue también una voz alta y clara en uno de los debates más decisivos del siglo XXI: el lugar del ser humano frente a la tecnología.
Pese a su imagen sencilla y a menudo distante del aparato digital, el pontífice argentino fue una figura central en el diálogo entre fe, ética y tecnología. Desde sus primeras encíclicas hasta sus últimos mensajes, Francisco advirtió sobre los peligros de una tecnocracia sin alma y propuso una “brújula moral” para navegar en la era digital. Nadie sabe, o no de momento, que le dijo al vicepresidente de los Estados Unidos, JD Vance, pero no sería extraño que le diera un toque, entre otras muchas cosas, sobre su preocupación por el desarrollo sin control ético de la IA por parte de las tecnológicas americanas.
Tecnología sí, pero con alma
Francisco no cayó en la trampa de demonizar el progreso ni de celebrarlo ciegamente. “El paradigma tecnocrático tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política”, escribió en Laudato Si’ (2015). “La técnica deja de estar al servicio del desarrollo humano cuando se convierte en el principal motor de las decisiones”. En este documento, Francisco denunció que la tecnología mal orientada podía agravar la desigualdad, destruir el medioambiente y convertir al ser humano en “mero consumidor o espectador”.
Para él, el desafío no era detener la innovación, sino orientar su sentido. “La tecnología nos da posibilidades inmensas, pero no nos dice qué hacer con ellas”, dijo en un discurso ante la Pontificia Academia para la Vida en 2020. “Ahí entra la conciencia, la sabiduría, la humanidad”.
Una voz global por una IA ética
Uno de los puntos más destacados de su pontificado fue su liderazgo en torno a la inteligencia artificial. En febrero de 2020, bajo su impulso, en un paso pionero ante las muy teóricas ‘AI acts’ del mundo, el Vaticano lanzó el Rome Call for AI Ethics, un documento fundacional que promovía, ya entonces, el desarrollo responsable de la IA basado en seis principios: transparencia, inclusión, responsabilidad, imparcialidad, fiabilidad y seguridad.
“Los algoritmos deben estar al servicio de cada ser humano y de toda la humanidad”, afirmó Francisco en esa ocasión. “La dignidad de la persona debe ocupar el centro del desarrollo tecnológico”.
Esta llamada de atención fue respaldada por empresas como Microsoft, IBM y organizaciones como la FAO y la UNESCO, dando origen a una red de colaboración entre el mundo religioso, empresarial y científico sin precedentes que hoy continúa su ‘evangelización’. De hecho, en 2023, durante un encuentro con expertos en IA, volvió a insistir: “No podemos permitir que la lógica de la eficiencia y la automatización desplace la mirada compasiva y el juicio moral”.
Ya en 2024, y ante el G7 en Italia, subrayó la dualidad de la IA como "fascinante y tremenda" y la definió como una "revolución cognitivo-industrial" que va a crear una nueva sociedad marcada por las profundas transformaciones qaue van a tener lugar en los próximos años.
Redes sociales: entre la conexión y la fragmentación
Francisco fue también un crítico profundo del uso superficial y tóxico de las redes sociales. Aunque su cuenta @Pontifex acumuló decenas de millones de seguidores en Twitter/X, siempre remarcó que la verdadera comunicación requiere empatía, escucha y presencia real.
También alertó contra la “agresividad digital” que convierte las redes en espacios de odio: “Se ha perdido la cortesía y el respeto, y se multiplican las palabras violentas”
En 2020, en Fratelli Tutti, advirtió sobre los peligros de la desinformación, la polarización y el aislamiento digital: “El contacto digital no basta para construir puentes. Hace falta una cultura del encuentro”. También alertó contra la “agresividad digital” que convierte las redes en espacios de odio: “Se ha perdido la cortesía y el respeto, y se multiplican las palabras violentas”.
En su mensaje de 2022 para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, pidió una “escucha profunda” también en el entorno digital. “Escuchar no es sólo oír, es prestar atención, dejarse tocar, y prepararse para responder con el corazón”.
Tecnología educativa y pastoral
En un ámbito crítico como es el de la educación, el Papa mostró interés en cómo la tecnología podía utilizarse para la inclusión educativa y la evangelización, lo que lo llevó a apoyar iniciativas como el Pacto Educativo Global, que promueve el uso ético de la tecnología en la formación de las nuevas generaciones. Asimismo, alentó el desarrollo de herramientas digitales que favorezcan la justicia social y el acceso al conocimiento.
Tanto es así, que en un discurso de 2021 a expertos en ciberética, denunció: “No basta con que las máquinas funcionen, debemos preguntarnos si ayudan al hombre a ser más libre, más responsable, más humano”.
Pero lo más notable de Francisco en este terreno fue quizás su actitud. Lejos de pretender dar respuestas absolutas, prefirió convocar al diálogo. Invitó a científicos, teólogos, desarrolladores y filósofos a plantearse juntos el futuro y meditar sobre él. “Necesitamos un enfoque interdisciplinar, una alianza entre ciencia y ética, entre técnica y espiritualidad”, dijo en un simposio vaticano sobre robótica en 2021.
El legado tecnológico del Papa se reduce en una frase: la búsqueda de una evolución marcada por una tecnología con alma. ¡Difícil misión!