En octubre de 2022, el multimillonario Elon Musk completaba la compra de Twitter, renombrada como X desde junio de 2023, aunque la migración es todavía un lento proceso. Desde entonces, la plataforma se ha convertido en un torbellino de controversias y desafíos regulatorios a nivel global.
Desde que asumió el control y entró en las oficinas de la empresa con un lavabo, Musk ha impuesto drásticos cambios que han situado en posiciones realmente complejas a reguladores, empresas e incluso a usuarios.
X, un reflejo del ego de Musk
Uno de los aspectos más críticos son los cambios en la propia experiencia de la plataforma que, entre otras cosas, ha maximizado la presencia y la voz del propio Elon Musk en el timeline de los usuarios. Da igual si sigues o no a Musk, su contenido aparece de manera constante, eclipsando otras voces y opiniones.
La manipulación del algoritmo para dar más peso a su voz que al resto de cuentas de X (antes Twitter) es un ataque directo a la promesa inicial que hizo de querer convertir la plataforma en un espacio de libertad de expresión y además genera dudas serias sobre la equidad y la transparencia en la difusión de información a través de esta red.
Libertad de expresión… a medida
Con esto no me refiero solo a una cuestión de puro egocentrismo, sino a implicaciones que van más allá, ya que el multimillonario, fundador de PayPal, Space X, Tesla, OpenAI y Neuralink, entre otras compañías, impacta directamente en cómo se forman las opiniones y se difunden las noticias en la era digital, dado el alto nivel de usuarios del mundo de las comunicaciones y de población juvenil que hay en la plataforma.
"Musk no solo se posiciona como una figura omnipresente, sino que influye directamente en la narrativa pública para manipular el discurso a su conveniencia"
Monopolizando la atención con su constante presencia en el timeline, Musk no solo se posiciona como una figura omnipresente, sino que influye directamente en la narrativa pública para manipular el discurso a su conveniencia.
El magnate tecnológico prometió transformar X en un bastión de la libertad de expresión, la realidad, sin embargo, es otra. Esta libertad de expresión se ha convertido en un espacio que emplea desde hace semanas para apoyar ampliamente a figuras como Donald Trump, influyendo de manera directa en las elecciones presidenciales que se celebrarán en Estados Unidos en el mes de noviembre.
También ha aprovechado su voz y el altavoz de X (Twitter) para cargar duramente contra el dictador venezolano Nicolás Maduro, coincidiendo con las amañadas celebraciones del pasado 28 de julio. Musk ha acusado a Maduro de fraude electoral a través de X, a lo que el dictador le ha respondido declarándole su “nuevo archienemigo” e incluso le ha desafiándole a un combate físico.
¿Y qué pasa con los reguladores? ¿Dónde está el control?
Todo esto se produce en un contexto en el que Elon Musk ha abierto un nuevo frente de combate con la Comisión Europea, acusando al órgano regulador de ofrecerle un “pacto ilegal secreto: si censuramos el discurso en silencio sin decirlo a nadie, no nos multarían”, después de que Bruselas asegurara que X (Twitter) no cumple con la nueva Ley de Servicios Digitales, lo que agrava aún más las tensiones entre la plataforma y los reguladores europeos.
Sin control en la red, sin control en Estados Unidos y sin acatar ni cumplir las normas de otras potencias como la Unión Europea, Musk y X (Twitter) campan a sus anchas por el vasto campo de internet, desafiando abiertamente a mandatarios de todas regiones, a reguladores, sentando un peligroso precedente para otras grandes tecnológicas.
Y ahora atacan a sus clientes, los anunciantes
En un extraño giro de los acontecimientos, X (Twitter) ha puesto ahora el foco en sus principales clientes, las grandes compañías y empresas de publicidad y lo hace con una demanda contra una alianza mundial de estas compañías a las que acusa de conspirar para boicotear la plataforma y causarle grandes pérdidas de ingresos.
"Litigio y confrontación son las técnicas de Musk para tratar de salvar una red social a la que no le salen las cuentas"
Una postura totalmente beligerante que aliena a socios comerciales clave y pone en riesgo la estabilidad financiera de una compañía en la que ha invertido 44.000 millones de dólares. Litigio y confrontación son las técnicas de Musk para tratar de salvar una red social a la que no le salen las cuentas, exacerbando los conflictos y dificultando la resolución de problemas de manera constructiva.
Desde la manipulación del algoritmo hasta las disputas legales y las confrontaciones con entidades gubernamentales, las acciones de Musk subrayan la necesidad urgente de una supervisión más estricta y coordinada a nivel internacional.
Ojalá sirvan estos actos como una llamada de atención para que los reguladores globales refuercen sus estrategias y posiciones para garantizar que el poder de las plataformas digitales se use de manera responsable y equitativa, porque ¿qué control posible hay para X (Twitter) y Musk?