Si alguien me hubiera dicho que yo iba a escribir un artículo de opinión en estos términos, hubiera contestado: “jamás”. Pero aquí estoy por motivos triviales en unos casos y de mucho peso otros. Triviales, como el hecho de que Donald Trump en un acto tan relevante como la firma de Sharm el Sheij (Egipto), tenga una frase para cada jefe de estado presente (la comparsa) y a la única mujer que estaba en el estrado, que desde 1998 ha desempeñado cargos electos locales, legislativos, políticos y ejecutivos, jefa de Estado de la República de Italia, lo único que se le ocurra decirle es ‘bonita’. Y digo que es trivial porque no tiene repercusión de peso y a Meloni no parece que le haga falta que nadie saque la cara por ella.
María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz
Inaceptable me parece que el Gobierno que me representa internacionalmente no sea capaz de felicitar a la ganadora del Premio Nobel de la Paz, cuando ha quedado documentalmente demostrado que, como es normal, el presidente de ese Gobierno, Pedro Sánchez, ha felicitado a muchos de los anteriores. ¿A quién le temen?
Sí, mujer; sí, hispana; sí, valiente; sí, luchadora; sí, activista por los derechos humanos; sí, ingeniera industrial, profesora, especializada en finanzas, preparada en Yale (todo eso debe de escocer mucho). Pero sobre todo, sí, merecedora de una felicitación cuando ha sido reconocida con uno de los mayores galardones del orbe. Me avergüenzo de quien debería hablar en mi nombre y aunque es posible que jamás lea este artículo, mi más sincera felicitación y mi deseo de que algún día pueda vivir en libertad y no en la clandestinidad pensando que peligra su vida por defender su opinión y sus principios. Sean cuales sean.
Además, le ruego que entienda que los miembros del Consejo de Ministros de este país están madurando; tal vez algún día asuman que llegar a ese reconocimiento requiere un camino muy difícil de recorrer; doblemente siendo mujer. Y como muestra, vamos al botón…
Consuelo Martínez, matemática, Oviedo
La semana pasada, tuve el honor de intervenir en la Universidad Alfonso X el Sabio (UAX) en el Congreso Internacional de Ciberseguridad que el centro organizó junto al INCIBE y allí tuve oportunidad de conocer a Efim Zelmanov, uno de los matemáticos más reconocidos a nivel internacional por sus contribuciones en álgebra y su aplicación a la criptografía. Su trabajo le valió la prestigiosa Medalla Fields en 1994, considerada el Nobel de las Matemáticas; ha sido profesor en universidades como Yale, Chicago, Wisconsin-Madison o Shanghai, y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU. y de la Real Academia de Ciencias de España. Impresionante.
Pero a su lado, estaba su compañera de trabajo, Consuelo Martínez; y volvemos: sí, mujer, sí, española, sí, una eminencia, sí, logró construir el anillo completo de cocientes de un álgebra de Jordan para las superálgebras graduadas por sistema de raíz (problema propuesto inicialmente por Jacobson); sí, tiene muchos reconocimientos y sí, es merecedora del Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica y seguramente de la Medalla Fields (yo de matemáticas ando muy floja, me baso en la opinión de sus compañeros); pero claro, es mujer y vive allá en el Norte, con un marido también muy eminente al que ella concede el protagonismo (ambos admirables a nivel intelectual y humano).
Hace algunos años, con motivo de la celebración de los 40 años del nacimiento de Ethernet, se celebró una gran fiesta en el Palo Alto Research Center (PARC) y allí estuvieron prácticamente todos los que fueron algo en la revolución tecnológica de mediados del siglo pasado, (menos Steve Jobs, que ya había muerto). Entre ellos Radia Perlman a quien tuve el gusto de conocer, con quien tuve el placer de departir y con quien viví varios momentos tan entrañables como impactantes. Ingeniera de redes, matemática y experta en seguridad informática, está considerada una figura fundamental en el desarrollo de la arquitectura de redes moderna (Internet) e inevitablemente, cuando estoy delante de la ilustre doctora Consuelo Martínez, con quien he coincidido un par de veces en mi vida, no puedo evitar compararlas: está claro que la suprema inteligencia va directamente vinculada a la humildad y a la sencillez, lo cual multiplica el reconocimiento.
¡Y es que hay tanto necio diciendo tanta necedad que son muchas las neuronas femeninas, sí, pero también masculinas, las que nos pasan inadvertidas!